Así es. Irene tiene muchas cosas que celebrar en su blog:
http://irenecomendador.blogspot.com.es/
Si te gusta la literatura del momento, con una autora del momento, te invito a que entres en su blog, y no solo la conozcas a ella, sino un mundo literario alternativo, paralelo y muy muy interesante. Sortea joyas literarias como estas. Sigue el enlace pinchando en la imagen.
Las bases del sorteo son la mar de fáciles, así que ¡¡no te lo pierdas!!
22/4/13
20/4/13
Reto de Tamara
Mira qué reto nos ha lanzado Tamara desde su blog El arte de las palabras, para celebrar sus ya más de 250 seguidores:
Si te gusta escribir, y te sientes capaz de enfrentarte a cualquier reto literario, pincha la imagen, sigue el enlace y participa!!
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7/4/13
Abre los ojos
Abre los ojos
“El
camino hacia el fin es duro, aun cuando se busca”
Abrió
los ojos, y al momento el peso de la realidad cayó sobre ella, como si una
lápida funeraria fuera.
Estaba
en la cama de un hospital, conectada a cables y tubos. Su muñeca izquierda,
atada con unas esposas a la barandilla de seguridad de la cama. La cabeza le
iba a estallar de dolor. Y justo al lado de ese dolor, todos los recuerdos
estaban también allí presentes, haciéndole el mismo daño de siempre. Ni tan
siquiera le habían dado la más mínima oportunidad de poder llevar a cabo sus
planes, había elegido su opción, y Dios sabe que había intentado llevarla a
cabo. Pero en el último momento alguien se interpuso entre la muerte y ella, y
no la dejó terminar su trabajo.
Unas
silenciosas lágrimas corrieron por sus mejillas desde sus ojos, sin permiso ni
previo aviso. No eran lágrimas de tristeza ni de dolor. Eran de rabia. La misma
rabia que la había empujado horas, tal vez días, pues no sabía cuánto tiempo
llevaría allí, antes a hacerlo. Una inmensa rabia, fruto se su enojo con la
vida, y con toda la raza humana. Ella simplemente quería ser feliz, como
cualquiera. Y la puta vida se reía y burlaba de ella siempre, poniéndole al
alcance de sus manos toda esa felicidad, y en el momento que iba a asirla
fuerte, se la arrebataba. La puta vida siempre se la arrebataba.
La
puerta de la habitación se abrió, e instintivamente cerró los ojos, no quería
ver a nadie, y mucho menos hablar con nadie, con cualquiera de los médicos que
la iban a tratar, otra vez. Oyó unos pasos que se aproximaban a ella, los
justos que separaban la cama de la puerta. El sonido de un cuerpo pesado
sentándose en el sillón al lado de la cama, y un bronco suspiro de resignación
que llenó el espacio de un desagradable olor a tabaco. La curiosidad la corroía
por dentro, tanto o más incluso que el dolor, y por un instante estuvo a punto
de abrir los ojos. Instante que se esfumó con la voz cavernosa, fría y cortante
que salió de su acompañante.
-Si abres los ojos para verme, será lo
último que veas en tu desgraciada vida. Piénsalo bien antes de hacerlo, porque
sé que a pesar de lo que has intentado antes, no quieres esto. No aun.
El
instinto, o tal vez fuese el miedo, la hizo apretar los párpados, corroborando
así las palabras del extraño. Los apretó hasta que su boca se abrió al elevar las
mejillas para apuntalar sus párpados bien, y con la misma fuerza gritó. Con
toda la potencia de sus pulmones. Mas ni un solo sonido salió de su garganta.
Una mano grande y helada tapó su boca,
impidiendo así que saliera todo su miedo y dolor de ella. La misma mano le
impidió tomar aire, y entonces sí fue cuando empezó a sentir miedo de verdad.
-¿No era esto lo que querías? ¿Lo que
buscabas en la bañera? Pues hoy es tu día de suerte. Lo vas a tener, y te lo
voy a servir en persona.
Los
pulmones le dolían, intentando en vano buscar aire para llenarlos mientras se
replegaban sobre sí mismos por el vacío. Luchó como una fiera, intentando
soltarse de las esposas, mientras sentía que le cortaban la muñeca, dañando su
piel en un gran corte de donde manaba la siempre escandalosa sangre. Su brazo
derecho quedaba aprisionado bajo lo que ella supuso era el corpulento cuerpo de
aquel hombre que ya la sujetaba por los hombros, riendo sobre ella, exhalando
en cada carcajada su pútrido aliento, que la helaba. La risa, semejante a la de
las hienas, de su torturador se le clavaba en los tímpanos, haciendo que estos
le martillearan hasta las sienes.
Los
segundos pasaban y todos sus esfuerzos por librarse, por respirar empezaban a
agotarla. Se sentía sudorosa, mojada. Todo su cuerpo era un río de lágrimas,
sudor y sangre. La empapaban.
-¡Oh! Vamos, no te resistas. ¿Acaso no
era esto lo que deseabas? ¿No tenías una buena razón para hacerlo? Pues
entonces sé consecuente con tu elección y afronta tus actos. Ahora no me vengas
con que tienes miedo. Solo tienes que abrir los ojos y dejarte llevar. Ven
conmigo a mi reino, y te haré mi reina. Vamos, abre los ojos.
Todo
lo tuvo claro en ese momento. Si abría los ojos, moriría. Sacudió su cuerpo
debajo de su captor con las pocas fuerzas que le quedaban en su diminuto organismo.
Luchó como un animal herido por quitárselo de encima, pero le iba ganando el
terreno. Se sentía atrapada, sin poder respirar. Y cuando pensaba que las cosas
no podían empeorar, lo hicieron. Sintió la lengua sucia, viscosa y fría del
tipo pasearse por su cuello. El aliento, también frío, la acariciaba
brutalmente, despertando en sus entrañas las ganas de vomitar.
-Sé que te gusta, así que solo déjate
llevar.
El
frío iba adueñándose de su cuerpo allá por donde esa maldita lengua la iba
babeando.
-¡Abre los ojos y mírame, zorra!
Le
increpó a gritos, dejando ver entre sus palabras toda la oscuridad y maldad del
alma. Dejó de luchar, agotada. Sabía que era ya una batalla perdida.
-¡Abre los ojos!
Sus
párpados se relajaron. Ya no los apretaba con la fuerza de antes. Y las esposas
dejaron de herirle la muñeca, donde un enorme corte sobre las venas sangraba
sin pausa.
-¡Maldita sea! ¡Abre los ojos, por el
amor de Dios!
La
voz a su lado ya no era cavernosa, sino apremiante. Su boca estaba libre de la
mano gigante que le impedía respirar. Con ansias, llenó sus pulmones de aire,
del tan necesitado oxígeno para poder vivir. Sintió cómo tiraban de su cuerpo,
y en un chapoteo la cogieron en brazos. Sentía su ropa mojada pegada al cuerpo,
haciéndola tiritar de puro frío. Ya no se sentía atada a la cama, sin embargo
sí sentía que le apretaban la muñeca herida, causándole un enorme dolor. Ese
dolor la hizo gritar, y en esa ocasión de su garganta sí salió un grito, como
el del primer llanto de un bebé cuando nace. El llanto que le trae a la vida.
-Vamos, sé que estás ahí, te acabo de
oir. Abre los ojos, solo para confirmármelo. Por favor, ábrelos.
Ya
no era la voz de antes. Esta era una voz amiga, impregnada con tintes de miedo,
ruego, y esperanza. Una voz que la esperaba ahí, al otro lado, dándole
seguridad.
Y
lentamente los abrió.
Sus
ojos vidriosos, perdidos, buscaron enseguida los de su salvador. Éste, por su
parte, la miraba clínicamente, estudiándola. Una mirada del azul del cielo,
limpia y trasparente. ¿Sería esa la señal que durante tantas noches esperó? ¿El
rayo de luz que tantas veces había clamado al cielo? ¿El camino que la devolvería
a la vida?
-Gracias. No temas nada, estás a salvo.
Ahora ciérralos si quieres y descansa. Yo cuidaré de ti.
Aquel
desconocido que le habló mientras apartaba el pelo mojado de su frente le
inspiró toda la confianza del mundo. Sabía que no le mentía, y que cuidaría de
ella. Tragó saliva atropelladamente mientras la envolvía en una manta. Miró su
muñeca herida, la tenía vendada. Se agarró con la mano buena a la chaqueta de
su salvador, como si se agarrara a la vida, y sin miedo alguno, sabiéndose
lejos del primero, cerró los párpados, agotada. A lo lejos ya, lo oyó dando
instrucciones a alguien. Pero no entendió nada, ni quería en esos momentos
saber nada.
-La tenemos, hemos llegado a tiempo.
Estaba inconsciente en la bañera, pero al parecer no ha perdido mucha sangre, y
ha vuelto en sí. El corte es profundo, esta chica iba en serio. Será mejor que
nos vayamos. Ve despejando la entrada y abriendo las puertas de la ambulancia.
Si hay algún familiar puede venir con nosotros. Cuando se recupere va a
necesitar mucho apoyo y comprensión de todos ellos.
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