Hoy, por ser un día muy especial para mí (es mi cumple) os quiero dejar este regalito. Es el primer capi de Dug. Nació de mi infinita imaginación al calor de un trabajo repetitivo que, como yo digo, te dejas el cuerpo haciendo el trabajo mientras que con la mente divagas, imaginas, sueñas, ...todo lo que tu imaginación te permita. Es un texto diferente y algo indie, raro (como yo), y escrito solo para mi entretenimiento y el tuyo (si te atreves a adentrarte en él). Y, cómo no, he de citar la procedencia de algunos personajes. Como está ambientaba bajo la influencia del mundo creado por Stephenie Meyer en su saga "Crepúsculo", inevitablemente le he cogido prestados algunos personajes. los trataré bien, o no, precisamente he cogido a "los malos". Disfrutadlo. ¡Gracias!
CAPITULO 1º: MI PRIMER SERVICIO A LOS VULTURIS.-
(primera parte)
Acabo de terminar con uno de los vampiros más sádicos con los que me he topado. Esta vez he estado cerca de no contarlo y acabar en la explosión junto a él. Pero aquí estoy, en el porche de mi hogar, observando las estrellas con una taza de un humeante te rojo en las manos, y una brisa helada con ciertos matices a humedad y cargada de electricidad que no presagia otra cosa que la inminente llegada de un buen temporal. Lo normal por aquí en esta época del año. Othar acaba de irse a por su cena. Siempre caza solo, no es seguro para mí estar cerca de él cuando se pone a esos menesteres. Pero lo he visto en alguna que otra ocasión en acción y es algo indescriptible.
Le doy un sorbito al te, haciendo ruido al sorber, tal y como me decía siempre Andreas que no hiciera. Yo ya tengo la costumbre de hacerlo adrede.
Apoyada en uno de los postes que sujetan el porche miro entre la espesura de los árboles y de la oscuridad, intentando ver más allá de todo eso. Llevo tres servicios en menos de una semana, no me extrañaría que de un momento a otro apareciera por aquí algún guardia de los Vulturis para mandarme a otro.
Y mira que les he dicho infinidad de veces que tengo un móvil y la suficiente cobertura, me pueden llamar e incluso mandar cualquier tipo de información a través de internet. Pero nada, ellos siguen presentándose en mi hogar, sin avisar, para darme el recadito. Felix ya me ha advertido que les gusta hacer los trabajos prsonalmente,... por eso me mandan a mí a eliminar la basura que ellos no pueden. En fin, de Volterra hasta aquí hay un buen trecho. Como vengan en coche no van a ganar para gasolina. Yo, para moverme en distancias largas no tengo ese problema, mi "coche" personal va con sangre, no con gasolina. Pobre Othar, tantas veces que me ha salvado la vida, y yo aquí tratándolo como a un simple vehículo.
Me vienen a la mente los recuerdos de Tunguska. Los recuerdo con gran dolor, fue cuando perdí a mi maestro. Aquella vez estuvo cerca, pero en el último momento apareció para salvarme una vez más rescatándome del río y llevándome lejos de Felix y Santiago. Nada menos que en ua cueva de los Urales me escondió.
En algún lugar de los Montes Urales, julio de 1908:
Othar y yo nos quedamos en la cueva un par de semanas más, dándole tiempo a mi organismo para que sanara. Quería volver a nuestro hogar, pero quería estar en condiciones para ello. No sabía lo que nos podríamos encontrar allí. No me fiaba de nadie, y menos de los Vulturis por mucho que Aro me hubiera dado su palabra. Recogeríamos todo el equipo y nos mudaríamos. Iba a seguir con el trabajo de Andreas, pero no por el trato con Aro, sino por Andreas, se lo merecía. Para él era un sueño todas las posibilidades de aquella energía que había descubierto. Y concretamente de momento la quería aplicar a la eliminación de un vampiro y su cuerpo con una sola explosión, sin tener que separar su cabeza y extremidades del tronco y tener que quemarlo todo. Aunque lo difícil en este caso sería poder meter la carga en el cuerpo del vampiro y hacerla explotar. Difícil pero no imposible. Enseguida se dio cuenta que era un arma de doble filo, y siempre andaba lamentándose del día que los humanos la descubrieran en todo su esplendor. Podrían destruir el planeta entero en cuestión de segundos. Ahora, ya metidos en el siglo XXI, me alegro de que no llegara a ver uno de esos monstruos en acción en una ciudad de miles de habitantes. Así acabó Estados Unidos ganando la Segunda Guerra Mundial, con las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Ver los efectos devastadores, que hoy en día siguen pagando los descendientes de los supervivientes de la manera más cruel (llevan esa impronta en sus genes, e irremediablemente la van heredando generación tras generación) te da qué pensar.
Al llegar a casa no noté nada raro, ni fuera de su lugar. Esta estaba cerca de Omsk. Andreas tenía pensamientos de trasladarnos más al sur, cerca del Tïbet. Allí tenía varios conocidos que nos ayudarían a instalarnos. Sin Andreas el traslado iba a ser una ardua tarea, pero tenía que moverme de allí, cuanto antes mejor. En un par de días recogí lo imprescindible cargándolo en una carreta, sobre todo todos los rabajos y estudios de Andreas. A Othar no le gustaba hacer de bestia de carga, pero no nos quedaba otra.
Nos instlamos en la remota región de Xinjiang, en la cara norte de los Montes Kunlun. Por su altitud e inaccesibilidad era una zona de poco tránsito, ideal para nosotros. En un recódito valle atravesado por un riachuelo encontramos una vieja y amplia cabaña de madera abandonada. Constaba de una única habitación con una chimenea en uno de sus rincones. En total no serían más de cien metros cuadrados.
La fauna autóctona le proporcionaría a othar su alimento. Era desgarrador ver a un caballo dar caza a un oso como si de una mariposa se ratase, desgarrar su cuello y tomar su sangre. Yo seguiría con mi dieta humana, no quería entrar en el círculo vicioso de la sangre. No quería asemejarme a mis enemigos en sus hábitos alimenticios. Othar estaba feliz con el cambio, allí podía campar a sus anchas prácticamente por todos los montes, incluido el Karakorum. Por su condición se podía permitir el lujo de coronar todas sus cumbres de una sola carrera.
Yo me dediqué a ponerme al día con los estudios de Andreas en cuanto lo tuvimos todo organizado. Si bien tenía de reserva unas doce cargas nucleares listas par aser utilizadas, llegaría el día que necesitaría hacerlas yo misma. Tenía todas las anotaciones de Andreas, y tenía una dirección en Katmandú para ponerme en contacto con un conocido suyo que, llegado el momento podría ayudarme.
Pocas semanas después de instalarnos aparecieron por el lugar Demetri y Felix con el primer encargo de Aro. Dormía después de una larga jornada jugando con mercurio cuando Othar me despertó inquieto. Tiene una peculiar forma de despertarme que seguro que si pudiera, se reiría cada vez que lo hace. Le encanta pasar su fría y ásper lengua por la planta de mis pies. Los gritos que le doy tipo "¡Mierda Othar! ¡Joder qué asco!" y lindezas de ese tipo le alegran el día. Pero aquel día no me despertó así. con su hocico me golpeó varias veces en el hombro, y al abrir los ojos me señaló la puerta al tiempo que alguien la golpeaba con los nudillos. El olor de mis visitantes me alertó de quienes eran. Pero viendo que hacían uso de sus modales supuse que venían por alguna orden de Aro. Tal ves el primer encargo que éste quería hacerme. Salté de la cama y meintras me dirigía a la puerta me alisé el pelo con las manos. Les abrí la puerta (era un detallazo por su parte que no entraran por la fuerza, rompiéndolo todo a su paso) y los saludé de la manera más coloquial, aunque mordaz, que pude, se suponía que ahora mismo trabajábamos en el mismo bando.
-¡Hola chicos! ¿En qué os puedo ayudar? Pero pasad pasad, no os quedéis ahí afuera. -Mejor sal tú. No me gusta estar en la misma habitación encerrado con tu alimaña. -Othar sal. No te preocupes, estaré bien.
Me miró, en sus ojos vi disconformidad, pero saldría. los miró con semblante amenazador, a la vez que resopló para darle solidez a la amenaza. volvió a mirarme, esta vez transmitiéndome que estaría expectante, y salió por su puerta, una puerta especial para él que daba a la parte trasera de la cabaña. Él podía entrar y salir de ella cada vez que quisiera.
-Ya podéis pasar. yo no voy a salir ahí fuera con el frío que hace.
Se lo pensaron para entrar, pero al final cedieron. nos quedamos los tres de pie, frente a frente. Yo apenas si les llegaría a la altura del pecho, no ya por ser ellos muy altos, en especial el gigante de Felix, sino porque apenas si llego al 1'55m. Fue Demetri el que habló, Felix permaneció en un segundo plano observándolo todo, sin perder una sola palabra de la conversación, y sin perderme de vista a mí.
-Aro nos ha pedido que te entreguemos ésto. es todo lo que necesitas saber del vampiro que está aniquilando un poblado en Etiopía, mientras va dejando vivos a los testigos. -¿En Etiopía? -Sí. Sabes dónde está ¿no? -He estado varias veces allí con mi maestro. Conozco el terreno. -Eso ha dicho Aro, no te será difícil la tarea. -Trae acá el sobre que le eche un vistazo. -Al final has acabado trabajando para nosotros. -No te confundas Demetri, sabes por qué lo hago. -Sí, lo sé, estaba presente cuando cerraste el trato con Aro. -Pues sí, he acabado eliminando la escoria que vosotros no sois capaces de limpiar. -Nosotros en Etiopía desentonaríamos un poco, con ese sol y nuestras capas. Lo entiendes, ¿no? -claro que sí. -¿Cuánto tardarás en llegar? -A lo sumo dos días. Saldremos esta tarde. Atajaremos por el estrecho de Ormuz y por el de Bab-al-mandab. -¿No me digas que la alimaña también nada? -Mejor que tú. -Cuando termines el servicio háznoslo saber, y asegúrate que todo vuelva a la normalidad allí. -¡A la orden señor!
Le dio un golpecito a Felix en el hombro para que lo siguiera, y éste hablando por vez primera le dijo que se adelantara. Nada más salir Demetri por la puerta sentí la presión de la manaza de Felix en mi cuello mientras que estampaba con violencia mi cuerpo contra la pared. Acercó su cara a la mía y casi en un susurro me dijo:
-Tenemos un asunto pendiente tú y yo Dug. Sé que por muchos siglos que pasen llegará el día que pueda clavar mis dientes en tu asqueroso cuello y sacarte hasta la última gota de sangre. De mí no se ríe nadie, y menos una maldita mezcla de humana y vampiro. Avisada estás.
Apretó su mano un poco más para dejarme bien claro que no hablaba en broma justo antes de soltarme. Caí al suelo intentando recobrar el aliento, y antes de que saliera de la cabaña, poniéndome en pie logré decirle:
-Cumple tu amenaza antes de que cumpla yo mi promesa de acabar con los vampiros que mataron a mi maestro, porque después no podrás.
Cruzaba el umbral al oír mis palabras. Se paró un escaso segundo antes de salir, no dijo nada, no se giró. De reojo vi a Othar entrar por su puerta, su mirada interrogante me sacó de mis pensamientos de promesas y venganzas. Le enseñé el sobre quitándole importancia al asunto, no quería que fuese detrás de ellos, porque sé que lo haría en cuanto se lo pidiera. Les tenía más ganas incluso que yo.
...
Mañana lo terminaré, o a lo sumo el sábado. Si tenéis un minutillo más dejarme vuestras impresiones. ¡¡Gracias!!
1 comentario:
Me lo leí el sábado en el trabajo, pero desde ahí no se puede comentar pues sólo me permite el acceso en caché y lo único que puedo hacer es leer. Luego el resto del fin de semana estuve ocupada.
Este capítulo me gustó tanto como el prólogo y menuda sorpresa me he llevado cuando he descubierto que ya subiste la segunda parte.
Me resulta muy raro imaginarme a Othar, por más que lo intento no puedo me sale una imagen demasiado estrafalaria.
Los Vulturis son peligrosos, pero Félix se lleva el premio, así que por su bien ya puede Dug vigilar su espalda.
Besos.
~Ade~
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