Como muchos ya sabéis, hace unas semanas lancé desde el blog que compartimos, un desafío a mis Damas, Iris y Bonnie. Ambas lo afrontaron satisfactoriamente. Pero una de ellas tuvo la osadía de lanzarme, a mí, un desafío.
Así que aquí está el desafío que Iris me lanzó, con un dibujito propio.
Espero que lo disfrutéis:
Había llegado. Era allí, estaba seguro. Apagó el motor de la Harley unos metros antes, y dejó que la inercia le empujara calle abajo. Escudriñó en la oscuridad, en busca de alguna señal tangible, algo que le confirmara que estaba en el lugar correcto. “¿Tal vez su coche aparcado junto a la acera?”, se preguntó con ironía. El tipo no era imbécil, y no iba a cometer semejante estupidez, “¿o sí?” Esbozó una sonrisa satisfecha cuando el brillo de la matrícula del BMV relució al final de la calle, sin dejar caer la colilla del puro que llevaba siempre en la boca. Ahí estaban, medio ocultos por unos setos bajos, en una de las zonas más apartadas, dentro de las inmediaciones de uno de los almacenes vallados. Las cosas no habían cambiado en los últimos cincuenta años en la ciudad. El lugar lo conocía demasiado bien. Un proyecto de urbanización abandonado desde hacía décadas, en donde tan solo habían llegado a trazar las calles. Con el tiempo se habían construido algunos almacenes, y en los alrededores es donde había algunas farolas, siendo estas los únicos puntos de luz de la zona.
Dejó la Harley a unos doscientos metros del BMW, no quería correr riesgos innecesarios, y todo lo agachado que su reuma le permitió, apretando fuertemente el puro con los dientes, se fue acercando al vehículo, con el sigilo de un felino. Iba paso a paso, midiéndolos, contándolos, calculando no pisar nada que lo delatara, y procurando mantenerse en las tenues sombras, fuera de los haces de luz amarillenta que las farolas que aun funcionaban desparramaban sobre el asfalto. Por un lado se alegró de que la gran mayoría estuvieran rotas e inservibles, la oscuridad sería su mejor cómplice. Por el otro lado, algo en su interior se agitó ante la idea de pensar que ella estaba en aquel vehículo, totalmente a su merced, en el picadero de la ciudad. La zona de más farolas fundidas de toda la ciudad, donde los coches iban y venían, y de sobra todo el mundo sabía a qué se iba allí.
Salvó del tirón los pocos metros que le faltaban hasta llegar al lado del coche, y apoyado en el parachoques trasero, se sentó en el suelo, recuperando el aliento. “Yo ya no estoy para estos trotes”, fue lo que pasaba por su mente, mientras sentía en su espalda los tenues movimientos del coche. Estaban ahí adentro, y no hablando precisamente. Esperaba no haber llegado demasiado tarde, tan tarde como para que ella se arrepintiera toda su vida de eso. Cuando su respiración se calmó, pudo oir las suaves notas musicales que salían del interior. El tipo sabía montárselo de maravilla. Sus dientes se apretaron, mientras sujetaba el puro con los labios, hasta hacerle daño en las encías. Estaba furioso consigo mismo y con ella. ¿Desde cuándo se había alejado tanto de sus padres como para que ella cayera en las redes de este tipo? ¿Y cómo él no se había dado cuenta de ello hasta esa misma tarde? Sacudió la cabeza, no era el momento apropiado para ponerse a pensar en eso. Tenía que actuar rápido, y hacer lo imposible para evitar todo lo que dentro de ese vehículo se iba a consumar, o consumir. “Consumir”. Esa era la palabra exacta. El tipo era de los que, efectivamente, consumía a todas las chicas que a él se acercaban, como si fueran una lata de refresco. Un vago recuerdo del pasado vino a su memoria. Apretó los ojos tratando de olvidarlo. Conocía Tan bien el modus operandi de esa clase de chicos, que el estómago se le revolvió, a punto de hacerlo vomitar la pizza que había cenado horas antes. No podía consentir que a ella le hiciera eso un tipo como él, un tipo que tanto le recordaba a sí mismo.
Un movimiento brusco del coche, que hizo chirriar los amortiguadores lo sacó de sus recuerdos. Tenía que actuar ya.
Rebuscó entre los bolsillos de su chaleco, sin dar con lo que buscaba. Cada vez se iba poniendo más nervioso. Sujetando el puro con los dientes para poder cambiárselo de lado en la boca, rebuscó en los bolsillos de los pantalones, y en el último encontró lo que tan desesperadamente andaba buscando.
Sonrió, sin que cayera el puro de sus labios, cuando abrió la palma de su mano, y vio que aún le quedaban unos cuantos petardos. Justo lo que andaba rebuscando entre sus bolsillos. Justo lo que necesitaba. Su plan era sencillo y ruidoso, muy ruidoso. Lo que quería era hacerlos salir del coche con un buen susto en el cuerpo, lo suficiente como para quitarles las ganas de volver al interior a retomar el tema.
Mientras chupaba con avidez la colilla del puro para reavivarlo, se giró, poniéndose de rodillas en el suelo, justo delante del tubo de escape. Un petardo explotado en el interior del tubo, que no dañaría ni al vehículo ni a los ocupantes, era lo que necesitaba. Sonrió cuando pudo distinguir el rescoldo rojizo en la punta del puro, y con manos temblorosas lo cogió, acercando acto seguido la mecha de uno de los petardos para que prendiera. No se dio cuenta de lo corta que era, hasta que no la vio encendida. Apenas si tenía unos segundos para meter el petardo en el tubo de escape y alejarse. Y justo cuando lo lanzó por el reducido agujero, el petardo rebotó contra algo, y cayó al suelo. Sin dar crédito a lo que sus ojos veían, lo cogió rápidamente y lo volvió a introducir en el agujero, esta vez acercándose para hacerlo con más precisión. El resultado fue el mismo. El petardo, sin apenas mecha ya, volvió a caer al suelo. Se puso nervioso al ver de reojo que el tubo de escape tenía una rejilla. “¿A qué clase de inepto se le ocurre ponerle una rejilla al tubo de escape de un BMW?” en el último segundo cogió el petardo por tercera vez, y antes de que le explotara en los dedos, lo lanzó debajo del coche.
¡¡¡PUM!!!
Su corazón dio un sobresalto con el sonido de la explosión. En el interior del coche se oyó un grito femenino, mientras los movimientos de éste cesaron al momento. Arrastrando el trasero por el asfalto, acompañado de las palmas de las manos y los pies, se fue alejando del vehículo, mientras veía que del interior salía el tipo, sin camiseta y con los pantalones bajados, enarbolando un arma y maldiciendo a gritos. En cuanto lo vio allí, tirado en el suelo a pocos metros de su coche, le apuntó sin miramientos con el revólver.
-¡Eh! ¡Tú, viejo! ¿Qué diablos haces aquí? ¿Nos estabas mirando, viejo verde? – Se acercó a él con dos largas zancadas, mientras se subía los pantalones con su mano libre, sin dejar de apuntarle con el arma.
-N… no… ¡No! – Su voz temblaba tanto como su cuerpo. El puro al final escapó de sus labios, cayendo al suelo.
-¿Dónde tienes la pistola que has disparado viejo? ¡Sácala o te pego un tiro en la cabeza ahora mismo! Y cuidadito con hacerme truquitos que soy muy nervioso.
Del coche se oyó otro portazo, y con el rabillo del ojo la pudo ver a ella, ajustándose el vestido y con los tacones en las manos.
-¿Qué pasa Roy? – le preguntó al tipo, acercándose a ellos mientras subía uno de los tirantes de su vestido, dando saltitos por el asfalto al ir descalza.
-No pasa nada nena. ¿No te he dicho que te quedaras dentro? Tenemos público, pero esto lo voy a solucionar ahora mismo.
Ella se puso detrás del joven, y cuando al fin le prestó atención al individuo que tenían delante, sentado en el suelo, la sorpresa se dibujó en su cara.
-¡Oh Dios! ¿Pero qué diablos haces tú ahí? – la sorpresa que se dibujó en su cara pasó a su voz, junto con el enfado que explotó al verlo allí tirado. – Te dije que me dejaras en paz, ¡que no me siguieras!
-¿Lo conoces? – ahora la sorpresa la puso Roy, sin dejar de apuntarle a la cara con su revólver.
-Sí. Él es… es mi… es Rayo.
-¿Tú eres el famoso Rayo? ¡La madre que te parió! ¿Por qué no la dejas en paz?
-No puedo. – Contestó Rayo desde el suelo. Ya estaba más tranquilo, Roy ya no le apuntaba con el arma.
-¡No eres mi padre! – Le gritó entonces ella, encolerizada.
-No, no soy tu padre, pero soy tu…
-¡No eres nadie! ¡No eres nada! ¡Métetelo en la cabeza de una maldita vez!
-Esto es increíble Liz, yo me abro. – Roy se giró hacia el coche, con claras intenciones de largarse. – Para una vez que me decido a salir contigo, mira qué numerito nos monta tu…
-¡Espera Roy! – Ella lo siguió, sujetándolo del brazo para que la esperase. – Voy contigo.
-¡De eso nada nena! Acabas de perder la oportunidad de echar el polvo de tu vida. Y no te molestes en volver a llamarme – se giró y la agarró fuertemente del brazo, reflejando odio en sus pupilas – ¿te has enterado bien? – la zarandeó, en una más que clara advertencia.
Liz y Rayo se quedaron mudos, observando a Roy mientras abría la puerta del coche. Ella sin poder reaccionar, con los tacones aún en las manos y el vestido a medio colocar. Él sentado en el suelo, satisfecho por los resultados de su plan. Justo antes de meterse en su BMW, Roy se giró hacia ellos.
-¡Eh viejo! ¿Esa Harley de ahí es la tuya? – Rayo no le contestó, pero su gesto, dirigiendo su mirada hacia el ciclomotor, fue más que evidente. Una torcida mueca de satisfacción se dibujó en la cara de Roy – Lo suponía.
Roy rió mientras levantaba su mano armada, y sin pensarlo dos veces apretó el gatillo, pasando la bala muy cerquita de ellos dos, e impactando en la rueda delantera de la moto. Aun riendo se subió al coche, arrancó y se alejó de allí con el chirrido de las ruedas como despedida.
Rayo se levantó del suelo lo más rápido que pudo, y acordándose de toda la familia de Roy, se dirigió hacia la Harley. Maldijo mil veces, en voz baja y gritando como un poseso, cuando comprobó que tendría que cambiar la rueda entera, pues la bala no había dañado solamente el neumático.
Liz ya se había puesto los tacones, y sin perder más el tiempo ni esperar a nadie, echó a andar en dirección a casa.
Rayo golpeó de un puntapié la rueda reventada, y soltando el embrague de la moto, también se dirigió hacia casa empujándola. Aceleró todo lo que pudo, hasta poder alcanzar a Liz.
-Liz, yo… lo siento.
-No me hables, ¿Quieres? Y más si piensas mentirme.
-No te equivoques conmigo. Lo que siento es no poder llevarte a casa en la Harley, ese gilipollas me ha destrozado la rueda.
-¡Ese gilipollas como tú le llamas es mi novio! – se paró momentáneamente para gritarle, y reanudó su marcha a pasos rápidos para dejarlo atrás.
-Te vuelves a equivocar, – él subió un poco más el tono de su cavernosa voz, pero sin llegar a gritarle, – ese chico no te quería. ¿No ves que solo estaba contigo para aprovecharse de ti?
-¿Y tú qué sabrás de Roy? – su voz sonó esta vez con la angustia del llanto. Unas lágrimas rebeldes escaparon de sus ojos, pues sabía perfectamente que había sido una ingenua con Roy, y Rayo tenía razón.
-Lo conozco como si fuera yo mismo. A vuestra edad, yo era igual que él. O sea, todo un capullo con las chicas.
-¿Tú…? – ella se giró, limpiando con el dorso de su mano las lágrimas.
-Sí. – Admitió Rayo, tal vez avergonzado por reconocer ante ella su pasado. – He hecho muchas cosas en mi vida de las que no me siento nada orgulloso. Pero aquella época se lleva la palma. Yo ya traía en el viejo Cadillac de mi padre a tu abuela aquí cuando queríamos estar solos.
-¿La abuela y tú veníais aquí? – Ella se paró a esperarlo, y cuando la pudo alcanzar, siguieron el camino de vuelta a casa juntos.
-Así es. Semanas después ella me dijo que estaba embarazada, y yo salí huyendo de aquel compromiso, estaba muerto de miedo. – los ojos de Rayo se llenaron de los recuerdos de aquellos días. A estas alturas de su vida, daría los días que le quedaban de ella, por poder volver atrás en el tiempo y hacer las cosas bien, y recuperar el amor de su vida. – Pero no tengo perdón de Dios, en ese momento no pensé en cómo estaría ella.
-Abuelo, yo,… – posó una mano sobre la de él, intentando reconfortarlo. Él se estremeció bajo el tacto de la mano de su nieta. Era la primera vez, en los meses que llevaba en su vida, que le llamaba abuelo. – Siento no haberte hecho caso. Llevabas toda la razón con el capullo de Roy.
-No pasa nada, ya te has dado cuenta, y gracias a Dios no ha pasado nada. Anda, vamos a casa. Mañana arreglaré la rueda.
-Abuelo, ¿me contarás cómo conociste a la abuela?
-Claro que sí. Aunque eso es una larga historia.
-Bueno, de aquí a casa tenemos tiempo.
…
6 comentarios:
Uy genial me gusto mucho el relato y la foto un poema. Te mando un beso y que tengas una linda semana
Buenos días mi Dama!
Ayer con la chachara, se me olvidó dejarte el coment.
Como ya te dije en el trío, este desafío lo has bordado y tal y como me prometiste, me dejaste con la boca abierta.
Este Rayo tuyo, es todo un personaje. Seguro que tiene mil cosas interesantes que contar.
El dibujo, que te voy a decir, excelente. Toda una obra de arte, no le falta detalle a esa moto, y a ese Rayo que sin ver el dibujo ya le imaginaba tal cual lo dibujaste.
Bss
Mientras te leo te aplauso.
Un beso.
Me gustó mucho tu historia. Ya estoy esperando ver la que vas a enviar al concurso de Nenina, espero reconocerla por tu estilo de escritura. Que estes bien Luz!!!
Pero si este hombre las tiene todas menos lo de abuelo!!! bueno, puede que se le acelere el pulso y la respiración esté más fuerte, pero vamos!!!! que con su Harley mata! jajaja
y lo de la rueda... Liz, que no te puede llevar y por eso lo siente!! ahhh me encantó jajaja
eso si, que la pobre Liz!! y el idiota maldito de Roy.. que mal!!!!
Ay preciosa y cómo estás tú??? que tal va la life?? yo me muero por morder untomate!!! mira que somos de los que comen todos los días tomates! y pepino y manzana y...y y! pero esto de que no sepan poco y nada... mira que incluso han dicho en algunas partes que es mejor también dejar la carne y la leche también! pero bueno,no me complico... o se vive como se puede no? jajaja
te mando un besote enorme!!!!
que ganas tengo de leer tú relato colado :D
espero tú estés bien y mejor que requete bien ;D
muaxxx
Ahhhhh y mira que bruta yo de olvidarme!!!
el dibujo está la mueerte!!! jajajaja
si te quedó 3D y todo!!! genial el Rayo ;D
Publicar un comentario