Quien sea asiduo al Rincon de Bonnie lo reconocerá al momento, pues fue con el que participé en el primer concurso del Rincón; y que después dio origen a la segunda historia (o fic) que he escrito con los personajes de la saga Crepúsculo: Desafiando al Destino. Esta historia la puedes leer completa en el Rincón de Bonnie pinchando AQUI, o si lo prefieres la puedes descargar AQUI en formato PDF. Esto se lo debo a mi Bonnie, que se tomó la molestia de hacerlo así para su mejor lectura.
Aquí os dejo con El castillo, el primer capítulo de Desafiando al Destino:
Aviso: este relato contiene escenas sexuales explícitas.
¿Por qué Italia?
Esa pregunta es fácil de responder a una estudiante de último curso de bellas artes. ¿Hay algo en Italia que no tenga arte y/o historia?
Y desde luego que si pudiera coger a la ingenua de Angela del cuello, apretaría sin remordimiento alguno. Ella fue la que, en plena borrachera de vinos italianos se le ocurrió la maravillosa idea de coger el coche que habíamos alquilado y buscar Volterra para hacer una visita a su castillo medieval.
Estábamos en la cuna del imperio romano, que artísticamente calcaron a los griegos, los padres de la cultura clásica, y a la tía solo se le ocurrió ir a un perdido rincón de Italia a ver un estúpido castillo medieval. Inglaterra, Francia, España tienen castillos medievales mil veces más interesantes que Italia, ¿por qué carajos tuvo que elegir precisamente uno de Italia? ¿Y por qué tuvo que ser precisamente el de Volterra?
Irrumpimos a las diez de la mañana en mitad del pueblo, dejando el coche mal aparcado a las puertas de una cafetería que enseguida abordamos. Las borracheras de vino son muy malas, muy pesadas de digerir, y yo era la que más había bebido. Angela tampoco se quedaba muy atrás, así que entre las dos embaucamos a la pobre Jessica, y fue ella la que condujo toda la noche hasta Volterra.
Y aquí estábamos las tres, con unos caretos de pena, delante de unos cafés bien cargados, a ver si nos despejábamos un poco y con calma buscábamos el puñetero castillo.
El camarero nos dio explicaciones de cómo lo encontraríamos. Volterra no era muy grande, y era fácil dar con él. Por detrás de la cafetería tomamos una empinada callejuela de piedra que se retorcía haciendo eses, con esquinas muy pronunciadas, tramos de altos escalones y cuestas imposibles de subir si no te agarrabas a las barandillas puestas para ese fin.
Desembocamos en lo que sería la plaza principal. Era muy amplia, con una graciosa fuentecilla en el centro. A nuestra derecha teníamos el ayuntamiento, con la torre del reloj, tal y como nos había dicho el camarero. Y supuestamente en frente, a nuestra izquierda se encontraba una de las entradas al castillo. Nos dirigimos hacia allí con intenciones de visitarlo, pero al acercarnos nos llevamos una desilusión, habíamos hecho el viaje en vano. El castillo estaba cerrado por reformas, y hasta dentro de unos seis meses no se abriría al público. La decepción se dibujó en el rostro de Angela, ella era la que tenía un especial interés en visitarlo. La puerta, de madera maciza al estilo de la época, estaba cerrada y un cartel colgado en ella en italiano y en inglés era el que anunciaba su cierre por reformas.
Nos quedamos sentadas en el portal de la puerta, hablando del castillo. Según Angela en una de sus salas había un retablo pintado por el mismísimo Leonardo da Vinci, que era una joya del renacimiento. Dicho retablo no figuraba en ninguna de las guías turísticas ni listados de la obra pictórica de da Vinci por orden expresa de los dueños del castillo. Cuenta una leyenda que da Vinci no murió en Francia en 1519, como dice la historia oficial; sino que murió en este castillo tres años después, y que en ese tiempo pintó ese retablo. Angela era una erudita de la obra de da Vinci, y nos confesó que el único interés por viajar a Italia era precisamente poder visitar el castillo y comprobar si realmente era un da Vinci auténtico.
Con el castillo cerrado su sueño se evaporó. Estuvimos allí sentadas un buen rato, descansando a la sombra, admirando la plaza, hasta que Jessica de un salto se levantó a la vez que se acordaba del coche mal aparcado en la puerta de la cafetería. Las tres salimos de allí casi corriendo, pero un chirrido que nos puso los pelos de punta se oyó a nuestras espaldas. Nos giramos a la vez, y vimos una de las hojas de la puerta del castillo medio abierta. De detrás de ella salió una figura humana envuelta en una capa oscura, larga hasta los pies, que llamó nuestra atención.
- ¡Eh chicas! Os hemos oído – mientras hablaba detrás de él aparecieron otras dos figuras envueltas en capas como la del primero – y si queréis os podemos enseñar el retablo de Leonardo.
- ¿En serio? Eso sería genial, ¡os lo agradeceríamos muchísimo! – Angela habló sin pensar, como era su costumbre. A mí los tipos esos no me inspiraban mucha confianza, y al darle un tirón de la mano se lo hice saber.
- No os preocupéis, trabajamos en el castillo, estas capas son parte de nuestra indumentaria. La parte de las caballerizas y las mazmorras del castillo están abiertas al público, y por eso vamos de esta guisa – habló uno de los otros tipos.
Eso tenía sentido, y como me era imposible negarle nada a Angela, accedimos a aceptar la invitación. Jessica se quedó murmurando algo del coche, pero al entrar y admirar cómo uno de ellos se quitaba la capa y aparecía ante ella un gigantón de piel nívea, músculos bien desarrollados, y una pícara sonrisa debajo de unas gafas de sol de marca, se olvidó del coche por completo, susurrándonos al oído – el grandote me lo pido – se dirigió a él preguntándole si podría acompañarla a los aseos.
Mientras se perdían por uno de los corredores, los otros dos se quitaron las capas. A decir por sus apariencias parecían hermanos, sus pieles pálidas, su belleza sin parangón, sus voces hermosas, y sus gafas de sol. Angela y yo nos quedamos admirándolos, y uno de ellos, el más bajito, con cara de niño de no haber roto un plato en su vida, se dirigió a Angela:
- Tu eres la que quieres ver el retablo de da Vinci, ¿verdad? Sígueme, a nadie deja indiferente ese retablo. Yo soy un estudioso de su obra y te puedo hablar largo y tendido del maestro Leonardo – hablaba del pintor como si lo conociera, eso agradó a Angela, y sin dudarlo se adentró por otro de los corredores a su lado.
Fui a seguirla, pero el tipo que quedaba a mi lado me agarró del brazo, dando un tirón, aproximándome a él.
- Espera, tienes cara de no gustarte mucho da Vinci. Si quieres te puedo enseñar algo más… interesante.
Su cuerpo se pegó al mío, y su voz mezclada con su aroma me desarmaron por completo en menos de dos segundos. Me invadieron los sentidos, turbándome, esa mezcla de olores, ese cuerpo tenso al lado del mío, y su voz, tan masculina, tan serena. El tipo estaba para comérselo enterito. Su pelo castaño, peinado despreocupadamente, resaltaba sus facciones de dios heleno, su cuerpo, fibrado, con cada cosa en su sitio, y esa sonrisa medio torcida que seguro sabía explotar tan bien con el género femenino. ¿Cuántas habrían caído en sus brazos por su devastador efecto? Llegado a estas alturas, no iba a ser la excepción, así que sencillamente me dejé guiar por él. A nadie le amarga un dulce.
Ni me di cuenta cuando entramos en una pequeña habitación, de piedra como todo el castillo, adornada con unos sobrios tapices, una minúscula ventana, y un amplio y cómodo sofá de cuero negro en uno de los laterales.
- Ven – me decía mientras se sentaba en el sofá y me arrastraba con él – no tengas miedo – empezó a susurrarme al oído. Su aliento, frío, perfumaba la piel de mi cuello, llegando a mi nariz, haciendo que mis ya bajas defensas cayeran más.
Una de sus manos se coló debajo de mi camiseta. Su frío tacto me sobresaltó, no me había dado cuenta hasta ese momento de ese pequeño detalle, toda su piel era fría como el hielo. Pero lo mejor de todo no era eso, sino las sensaciones de calor que me invadían con cada roce de sus heladas manos. Y él parecía disfrutar con eso.
- Tienes las manos heladas – atiné a decirle
- ¿Solo las manos? – fue lo que obtuve por respuesta, y acto seguido su lengua se deslizó por mi cuello, tan fría e incluso más que sus manos. Y quemaba, cada centímetro de mi cuello que lamía con ella me quemaba, como si pequeñas descargas eléctricas recorrieran mi cuerpo.
- tú en cambio eres tan cálida, tan acogedora,… ¿cómo te llamas? – su boca ahora se paseaba por la base de mi cuello, mientras su mano, dentro de mi camiseta se había adueñado de uno de mis pechos.
- Bella, ¿y tú?
- Edward – se alejó de mí unos centímetros para decirme su nombre, mientras quitaba de su rostro sus gafas de sol que aún llevaba puestas. Sus ojos me sobresaltaron – no has de temer nada a mi lado, déjate llevar – su voz, serena, gutural, varonil y cargada de deseo, un negro deseo que se había instalado en sus pupilas, actuó como el sedante que necesitaba, y me dejé llevar. A fin de cuentas, ese deseo que se veía en sus ojos era también fiel reflejo de mi propio deseo. – te noto algo tensa Bella, relájate y disfrutemos, eres tan hermosa…
Su mano era la dueña y señora debajo de mi camiseta, acariciando todo lo que se ponía a su paso. Con un giro imposible me cogió y me sentó a horcajadas en su regazo y deslizó mi camiseta por encima de mi cabeza, liberándome de ella, la tiró al suelo. Se deshizo de su camisa, que acabó también por los suelos. Su torso desnudo, espléndido, musculoso, rivalizaba en palidez con el mío. No pude dejar de caer en la tentación de acariciarlo, mientras una de sus manos se perdía por debajo de mi falda, buscando mi intimidad.
- Hueles tan bien, tan terriblemente deliciosa, que dudo poder controlarme – me decía mientras enterraba su rostro entre mis pechos, aspirando profundamente el olor de mi piel.
- Pues no te controles Edward, déjate llevar tu también – le decía mientras con mis manos en su nuca lo aproximaba más a mis pechos. Las sensaciones que sus labios y su lengua, tan fríos, despertaban en mí eran tremendas.
- Eso no sería bueno para ti, nada bueno, no obstante…
Se levantó del sofá conmigo en volandas, y fuimos a parar al suelo, él encima de mí. Fue entonces cuando noté un enorme bulto entre sus pantalones que se clavaba insistentemente en mi abdomen.
- Mira cómo me pones, cómo me tienes de desesperado - susurraba en mi oído, que nuevamente era agasajado por su lengua, el lóbulo, el cuello, la clavícula, la garganta, la mandíbula, y finalmente atacó con sus labios los míos. No eran besos, eran bocados de placer, auténtica lujuria desatada entre nuestras bocas, buscando el goce de nuestras lenguas hasta chocar nuestros dientes, con desesperación, con urgencia. La misma urgencia que hizo volar mi falda y sus pantalones, mi tanga y su slip.
- Solo conozco un remedio para eso – fue lo único que logré decirle, una vez que vi nuestra desnudez, su cuerpo maravilloso, glorioso encima del mío, que ya lo reclamaba, listo para esa danza tan antigua como el mundo.
Conforme iba bajando, su musculatura se iba amoldando a la mía a la perfección, parecía que estábamos hechos el uno para el otro. Y de nuevo las sensaciones que iba despertando en mí el frío tacto de su piel solo hacían una cosa, desearlo cada vez más tenerlo entre mis piernas, en mí. Como no lo hiciera ya, sin más tardanza, iba a enloquecer. Y lo hizo, lentamente, centímetro a centímetro se fue haciendo dueño y señor de todo mi ser. Los gruñidos que soltaba desde su pecho, tan sensuales no hacían otra cosa que querer sentirlo más adentro, más intenso, más salvaje, más mío,…
..........
Tener a esta mujer debajo de mí, con todo lo que había despertado en mi muerto corazón en tan solo media hora, era lo más parecido a la gloria que iba a tener en mi existencia.
De momento tan solo iba a disfrutarla carnalmente, como al resto de humanas que se interponían en mi camino, y si sobrevivía al encuentro, ya vería lo que hacía con ella.
Fue algo arrebatador, maravilloso, y a pesar del olor de su efluvio, tan exquisito, tan tremendamente delicioso, logré descargar mis deseos de comérmela contra el sofá. Y después de amarnos salvajemente, ella, tan inocente, se quedó traspuesta entre mis brazos, durmiendo plácidamente en mi pecho, sin importarle la temperatura de mi cuerpo. Era maravilloso notar la calidez de su cuerpo sobre el mío. Sentía como con cada inspiración y exhalación de sus pulmones, a mi muerto cuerpo volvía algo de la vida desparecida de él hace ya tantos años. Con el latido de su corazón el mío intentaba marcar el mismo paso, volver a latir por ella, por todo lo que estaba despertando en mí esta completa desconocida, condenada a muerte por haber yacido conmigo. No obstante, aquí estaba, entre mis brazos, durmiendo plácidamente, después de haber tenido los mejores orgasmos de su existencia (modestia aparte).
Al caer la tarde despertó, su estómago rugía como un león, me hizo gracia, ella se avergonzó, un tono sonrosado acudió a sus mejillas. Con gusto le acerqué su ropa, nos vestimos los dos y la invité a salir de allí, no sin antes cerciorarme de que no nos veía nadie.
La odisea empezaba ahora, tendría que sacarla del castillo sin que nadie nos viera. Y lo peor, tendría que inventarme algo acerca de sus amigas, no podía revelarle qué había sido de ellas al caer en las garras de Felix y Alec. No esperó mucho para preguntarme por ellas.
- ¿Y Angela y Jessica?
- Luego te cuento, ahora debes subir a mi coche, he de alejarte de aquí, corres un serio peligro.
- No me pienso ir de aquí sin ellas.
La obligué a subir al coche y nos fuimos de allí. Una vez fuera de Volterra le hablé.
- Bella, ¿no te has dado cuenta de mi naturaleza? No soy humano.
- ¿Qué?
- Y mis amigos tampoco.
- Pero, ¿qué me estás contando?
- Pronto lo sabrás. Solo te pido que confíes en mí. Desde hoy eres la dueña de mi existencia, pero eso implica ciertos sacrificios, ¿estás dispuesta a asumirlos?
- ¿Qué? – fue en ese momento cuando caí en la cuenta que tal vez ella no sintiera por mí lo que yo por ella. El ingenuo había sido yo, tenía tantas ganas de encontrar mi alma gemela, que me había dejado llevar por ese anhelo, y no había pensado en sus sentimientos. Paré el coche en seco, y le hable directamente.
- Te amo, y estoy dispuesto a ofrecerte un amor sincero, fiel, para toda la eternidad.
Nos quedamos mirándonos durante varios minutos, y al final ella abrió la puerta del coche y se bajó. Caminó uno metros hasta perderse detrás de unos árboles. La seguí, y al verme detrás de ella se giró y buscó mis ojos, agarró con vehemencia mis manos y las aproximó a su pecho.
- Hasta ayer no sabía por qué latía mi corazón. Hoy ya lo sé. No creo en los flechazos, ni en el amor a primera vista, pero si resulta que tú sientes por mí lo mismo que yo por ti, y que todo ha surgido en cuestión de horas; creo que es suficiente como para intentarlo, yo también te amo edward- rodeó con mis brazos su cuerpo y se abrazó al mío, apoyando su cabeza en mi pecho. Tras unos segundos levantó la cabeza con la sorpresa dibujada en sus ojos - ¿tu corazón no late?
- No, es parte de mi naturaleza – volvió a apoyar la cabeza sobre mi pecho.
- No me importa.
Volvió a levantar su cabeza, y buscó mis labios con los suyos. ¿Tan fácil era encontrar ese amor que durante siglos tanto me había esquivado? Me perdí en sus besos, y allí mismo, en mitad del campo a las afueras de Volterra nos amamos.
Después subimos al coche y desaparecimos de allí con intenciones de no volver jamás.
Llamé con mi móvil a Aro para despedirme, a fin de cuentas era algo que él ya sabía, mi forma de vivir a base de sangre animal no era bien vista entre ellos. Todos pensaron que huí con remordimientos de haber tomado la vida de aquella muchacha, tal como habían hecho Felix y Alec con sus amigas.
Y así empezamos nuestra historia juntos, en otro continente, basada en ese gran amor que nos profesamos el uno al otro, por toda la eternidad.
2 comentarios:
Aaaahhh!!!!!! joer, que buen inicio de relación, y como me he reido con la frase "Pero, ¿qué me estás contando?" jajajaja que casi me meo encima, jajaja
Ya me imaginaba a Bella con los ojos como platos frente a edward, jajajaja
Y esas escenas subiditas del Oneshot han sido simplemente perfectas
bueno, al parecer edward en esta historia tambien come animales y ha perdonado su sed la vida de Bella, de momento....
jajajaja JUAJAJAJAJA juajajaja
Risa malvada, jajaj
Un besazo de los enormes y te deseo un fin de semana genial cariño mio
MUAC!!!!!!!
Me acuerdo muy bien de lo mucho que me gustó El Castillo, y los buenos ratos que luego nos diste con su continuación. Bueno, alguno que otro malo si, pero fue una historia llena de aventuras y desventuras. Ay mi pobre Emmett perdió hasta un brazo.
Me gustó mucho releerlo, sobre todo esas hot-escenas, jeje.
Muchos besos!
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