Capítulo 40º: Un nuevo tratado
CARLISLE
Al
terminar de hablar con Alice pude respirar tranquilo, siempre dentro de la
amenaza que suponía una visita de Aro y compañía a Forks. Era evidente que
ellos jamás aceptarían un tratado con los licántropos, y mucho menos que éstos
mataran a uno de nuestra especie y salieran indemnes.
Era
necesario que cuando se produjera dicha visita estuviéramos toda la familia
juntos, así que me relajé cuando Alice me aseguró que venían para acá.
También
era necesario advertir a los Quileute, deberían de saberlo y por lo menos poner
tierra de por medio y salvaguardar a los niños y ancianos. En un hipotético
caso de ataque de los Vulturis a la reserva, ésta sería masacrada sin
contemplaciones. Un eventual ataque de Irina y Kate sí podrían haberlo ganado,
con alguna baja. Pero uno contra los Vulturis, con todo el poder que ellos son
capaces de desplegar, jamás lo ganarían.
Dejando
a Esme y Emmet en casa, más tranquilos al decirle que en cuestión de horas
Alice, Jasper, Edward y Bella estarían aquí, salí hacia el hospital. Allí
podría encontrar la manera de ponerme en contacto con alguien de la reserva,
pues yo no podía presentarme así como así en sus casas. Pero no hizo falta, al
salir de nuestro territorio y entrar en zona neutral, en pleno bosque, un
enorme lobo negro, flanqueado por cuatro más, me cortó el paso. Paré el coche
en mitad del camino y sin tomar alguna precaución me bajé con intenciones de
hablar con ellos. Enseguida me rodearon, tratando de intimidarme.
-Necesito
hablar con vosotros, de lo que ha pasado esta mañana, y de lo que está a punto
de pasar. Es muy urgente, pues el futuro de la reserva está en peligro.
El
enorme lobo negro, de un ágil salto se internó en el bosque, mientras los otros
cuatro no se movieron ni un centímetro, mostrando claramente su desconfianza y
repulsión hacia mí. Un minuto después un apuesto joven de tez morena, con los
mismos ojos oscuros y de dura mirada, como la del lobo negro, se presentó ante
mí sin más indumentaria que un raído pantalón vaquero corto. Se quedó a unos quince
metros de mí, fuertemente custodiado por los cuatro cuadrúpedos. Y cruzando los
brazos sobre su pecho, me pidió explicaciones.
-Dime
Cullen, ¿Qué es lo que ha pasado esta mañana? ¿Por qué esas dos sanguijuelas
querían atacarnos?
-Eran
hermanas de la rubia que matasteis el otro día y venían buscando venganza.
-¿Y
por qué no las habéis dejado atacarnos? –una sonrisa de prepotencia se dibujó
en su rostro–. Nos habríamos defendido, y a estas horas habría dos monstruos
menos en el mundo – los lobos lo corearon con gruñidos de asentimiento.
-No
es tan fácil como eso. Nada es fácil. Necesito hablar con vuestro jefe, pues
ellas han ido a pedir ayuda a unos vampiros muy poderosos, que arrasarán la
reserva. Es muy importante que pongáis a salvo a vuestra gente –conociendo la
autosuficiencia de los licántropos, sabía que no me iba a resultar nada fácil
convencerle.
-Yo
soy el líder de la manada. Habla.
-¿Eres
descendiente de Ephraim Black?
-No.
Soy Sam Uley.
-Hummm,…
Uley, entonces de Levi Uley –el recuerdo de la época en la que firmamos el
tratado vino a mi mente. Ephraim, Quil y Levi; aquellos tres hombres-lobo, más
asustados que otra cosa al descubrir en sus tierras un aquelarre de cinco
vampiros. Eran fuertes y valientes y no habrían dudado ni un momento en dejarse
las vidas defendiendo a su tribu. Pero la razón se puso de parte de ambos
bandos, y pudimos llegar a ese acuerdo que perdura en la actualidad. Tenía
esperanzas de que el descendiente de Ephraim fuera tan dialogante y permisivo
como su antepasado.
-Sí,
¿Algún problema?
-No,
ninguno. Pensé que serías descendiente de Black.
-Billy
black es el jefe de la reserva, pero el de la manada soy yo. Lo que tengas que
decir, dímelo a mí –Sam me recordó a Levi con su actitud tan protectora y
autosuficiente. Pero una de las virtudes de su antepasado era el sentido común,
y esperaba que Sam lo hubiese heredado a través de los genes.
-Bien.
Entonces debes saber que unos vampiros muy poderosos están a punto de venir
hasta aquí para cobrarse venganza por la rubia. No van a respetar tratado
alguno, pues para ellos los licántropos son nuestros enemigos naturales, y se
han dedicado desde hace siglos a exterminaros.
-Bien,
gracias por el aviso. Nosotros defenderemos a nuestra gente.
-Espera
Sam –hice una última apelación a su sentido común–. No es tan fácil como eso.
Estos vampiros son muchos, y tienen poderes capaces de hacer que te revientes
de dolor por dentro, o dejarte indefenso tirado en el suelo. No vais a poder
vosotros solos contra ellos.
-No
nos subestimes sanguijuela. Sabremos proteger a los nuestros. Siempre lo hemos
hecho.
-No
dudo de vuestra fuerza, ni capacidades. He visto a tus antepasados en acción, y
os admiro. Pero esta vez no se trata de fuerza y destreza, sino de táctica. Necesito
hablar con Billy Black.
-Ni
hablar. Billy está enfermo y no lo voy a molestar por tan poca cosa como tú.
En
ese momento uno de los lobos que lo acompañaban, gruñó, en aparente desacuerdo.
De un salto rompió la fila y se internó en el bosque, y a los pocos segundos
apareció otro joven de piel morena y ojos duros.
-Soy
Jacob Black, –se presentó, sin muchos miramientos conmigo–, el hijo de Billy.
Sam, creo que esto es importante. Mi padre, y el consejo de la reserva deberían
saberlo –en sus ojos vi la determinación de Ephraim, era descendiente de él, y
quien debería liderar la manada. Pero eso no era asunto mío.
-Vuelve
a tu sitio Jacob, esto no te incumbe.
-Sam,
recapacita. La sanguijuela lleva razón, debemos consultarlo con mi padre al
menos. No es lo mismo un par de vampiros, que un ejército dispuesto a aniquilar
la reserva. – Me impresionó la reacción de Jacob, pues a pesar de que el lobo
alfa le había dado una orden directa, tenía suficiente determinación para
obedecerlo a voluntad. Ese chico estaba llamado a ser el lobo alfa, por
naturaleza.
-Está
bien –Sam pareció pensárselo mejor–. Lo consultaremos con tu padre.
-Es
lo mejor para todos –intervine, buscando un punto de encuentro donde ambas
partes pudiéramos estar bien–. Yo voy ahora para el hospital, me podréis
localizar allí. Hemos de buscar entre todos una forma de protegernos, pues os
guste o no, nuestros destinos están ahora ligados.
No
hubo despedida alguna. Ellos simplemente se internaron en el bosque y me quedé
solo en mitad del camino, al lado de mi coche. Me subí en él y puse rumbo al
hospital. Imaginaba que la espera no sería muy larga. Los Quileute son muy
impulsivos, y para bien o para mal, Billy y el consejo tomarían una decisión en
cuestión de minutos.
No
me equivocaba. Una larga hora después, en mi consulta se presentaron Sam, Jacob
y dos hombres más, uno de ellos en una silla de ruedas. Me los presentaron, el
de la silla de ruedas era Billy, el otro era Alan Uley, miembro del consejo y
tío de Sam. Ninguno estrechó mi mano, ninguno se sentó, y mucho menos ninguno
quiso nada cuando les ofrecí un café. Fueron directos al grano.
-Me
han dicho Sam y mi hijo que la reserva está en grave peligro –fue Billy el que
atacó el tema.
-Sí.
Las vampiras que intentaron atacaros esta mañana, han ido hasta Italia a buscar
apoyo del aquelarre más poderoso que hay sobre la faz de la Tierra, los
Vulturis. Ellos tienen un enorme ejército, aparte de miembros con poderes
especiales, que pueden acabar con todos nosotros en cuestión de minutos.
-¿Y
qué sugerís?
-Poner
a vuestros hijos, esposas y ancianos a salvo, y tratar de detenerlos cuando
lleguen. Primero con razonamientos, aunque los conozco bien y eso va a ser una
pérdida de tiempo. Así que, tendremos que luchar.
-Luchar.
-Me
temo que sí. Ellos no ven con buenos ojos los tratados con licántropos, y estoy
seguro que no lo van a respetar.
-¿Y
qué va a pasar con toda esta gente del pueblo?
-Son
lo bastante sigilosos y precavidos como para pasar desapercibidos. Si la
población no se inmiscuye en la lucha, los respetarán. Una de nuestras reglas
fundamentales es que los humanos no pueden saber de nuestra existencia. De
hecho, ese es uno de los puntos principales del tratado que firmé con Ephraim.
-Ya.
-Debemos
organizarnos. Ya que van a venir a por todos nosotros, hemos de mostrarnos
unidos, como un solo cuerpo, aparentar poder, y apoyarnos.
-Mira
chupasangre –Alan intervino, estaba ya demasiado tiempo callado–, si hemos
venido es por nuestra gente, y por la del pueblo. Pero por nada del mundo
esperes que nos asociemos a vosotros, ni os defendamos.
-Calla
Alan –Billy lo cortó–. Si hemos de hacerlo, se hará. Imagino que no podemos
hacernos una idea del poder que puedan tener los Vulturis esos. Pero si hay una
oportunidad de salvar a nuestras familias, aunque sea asociándonos a los
Cullen, lo haremos. ¿Ha quedado claro? –Desde su posición más baja, Billy miró
a los tres miembros de su tribu uno por uno, dispuesto a convencer con una sola
mirada a aquel que aún no lo estuviera. Los tres cedieron ante el soberbio
gesto de Billy–. Bien Cullen, hay un nuevo tratado entre nosotros.
-Es
por el bien de los inocentes –le aseguré, haciéndole ver que había escogido el
único camino que nos daba una oportunidad de salir de ésta.
-Mi
bisabuelo firmó ese tratado contigo, y hasta la fecha habéis cumplido. Espero
que éste corra la misma suerte.
-No
te preocupes, nosotros cumpliremos.
-Y
nosotros también –Jacob puso la guinda del pastel, ansioso. Los Black seguían
igual de inteligentes e impulsivos que generaciones anteriores.
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