Capítulo 44: TODO POR BELLA
EDWARD
-¿Edward?
-¡Déjame
en paz!
-He
tenido una nueva vis…
-¡Lo
sé Alice lo sé! Una nueva visión donde siempre la ves al lado de Aro.
Convertida en la hermosa vampira que es, con sus ojos ahora escarlata, y sin
saber siquiera quién es. Ni quién soy yo.
Alice
calló, consternada con mis palabras. Ella no tenía la culpa de lo que había
pasado, pero siempre arremetía contra ella, pues era la única que se atrevía a
acercarse a mí desde que Bella fue raptada por Aro. Porque eso fue, un vil
rapto con coacción hacia la víctima. No me valía que ella se hubiera ido por
voluntad propia. Ella jamás haría eso. Ella jamás expondría su vida de esa
forma. La vida que ya había perdido.
Tragué
una buena dosis de amargura junto con la ponzoña que hacía las veces de saliva,
recordando todas las visiones que Alice había tenido de ella en los últimos
meses.
Desde
el mismo instante que desaparecieron los Vulturis del claro del bosque,
dejándonos a todos los presentes extrañamente anonadados, sin siquiera saber
quiénes éramos ni dónde estábamos; Alice tuvo ya la primera visión de Bella
sufriendo una dolorosa conversión. Se retorcía de dolor en un viejo y mugroso
camastro, en las penumbras de una desnuda alcoba de piedra.
Ya
recuperados intentamos, porque desde ese mismo instante mi familia estuvo a mi
lado, dar con ese lugar donde Aro se la había llevado para convertirla. Pero
todo intento fue en vano. A pesar de que Carlisle conocía todas las posesiones
de los Vulturis, al menos hasta que decidió abandonarlos, no fuimos capaces de
dar con el lugar donde Bella se estaba convirtiendo en una inmortal, y de mano
de uno de los vampiros más temerarios y ambiciosos de toda la historia.
Recorrimos los distintos castillos y casas señoriales de los Vulturis en Italia,
Rumanía, Alemania, Hungría y Ucrania. Nada. Montamos guardia durante meses en
Volterra que es donde ellos tenían su cuartel general. Tampoco nada. Aro sabía esconderse muy bien de nosotros.
Y
mientras tanto las semanas pasaban, y las visiones de Alice me torturaban,
mostrándomela como una de ellos. Iba
viendo cómo ella se iba convirtiendo, bajo la tutela de Aro, en una vampira
sanguinaria, fría, despiadada, y terriblemente atractiva y seductora. Hermosa
sin par, bebiendo impunemente sangre de cuantos humanos se cruzaban por su
camino, y vestida con una de esas capas oscuras que ellos llevaban. Ella
siempre estaba al lado de Aro. Según Carlisle algún don había descubierto en
ella que le interesara más de la cuenta, cuando ella siempre estaba cerca de
él. Llegué a preguntarle, con miedo, si Aro sería capaz de hacerla suya, pero
me tranquilizó asegurándome que no. Sulpicia, su esposa, jamás le consentiría
tener una sola concubina, y la voluntad de su espora era una de las pocas cosas
que Aro respetaba en este mundo.
Abatido
al ver que pasaba el tiempo y ella se iba forjando como uno de los monstruos de
la noche, y yo no podía hacer nada por evitarlo; me fui apartando de mi familia,
intentando no agobiarlos con mis problemas, y dejándolos que vivieran sus
propias vidas inmortales al lado de su pareja. Ellos tenían la suerte de estar
cada uno con la suya, y poder disfrutarlas sin límites.
En
la soledad de mi escondite, allá en lo más profundo del bosque, recordaba con
nostalgia y dolor aquellas horas que pudimos disfrutar el uno del otro. Fueron
muchos los límites que tuve que imponerme para no acabar con ella en un arrebato de pasión. Pero sin
duda alguna mereció la pena. Y ahora, triste y solo, pensaba en ella como una
igual a mí. Como en la bella vampira que era, y en todo lo que podríamos hacer
juntos. Nunca quise condenarla a esta existencia, pero pensar en ella
convertida, me habría un hueco terrible aquí en el pecho, que nada podía cerrar
ya. Nada, salvo su presencia.
Pero
me la habían arrebatado. La habían arrancado de mi lado, de mis manos, y eso
era algo que jamás podría perdonarme.
Conforme
iban pasando las semanas me fui convirtiendo en un ser triste, solitario,
huraño y mezquino. Todo ello aderezado con la locura de haberla perdido, y no
poder hacer nada para recuperarla. Escondido en el bosque, apenas si salía de
caza. Prefería quedarme escondido en mi soledad, alejado de todo, y ahogándome
en mis recuerdos. Tenía toda la eternidad para ello.
Hasta
que un día cualquiera, en las pocas veces que salía a alimentarme, sin darme
apenas cuenta me aproximé demasiado al mar. Ya era demasiado tarde cuando sentí
la presencia de cuatro formas lobunas amenazándome. Eran cuatro lobos de la
manada de los Quileute, sin darme cuenta había invadido sus tierras. En sus
mentes pude ver que estaban nerviosos, y dudaron cuando comprobaron que era yo,
un Cullen, y más concretamente el que había perdido a su chica por salvarnos a
todos. Los Quileute, aquel día, se desentendieron de todo. Sam me dijo a las
claras que esa no era su guerra. Agradecían el gesto tan generoso de Bella,
pero ellos no iban a inmiscuirse en su búsqueda, pues podrían volver a poner en
peligro la reserva. Solo lo harían si ésta estuviera amenazada de alguna forma.
No me sorprendió en absoluto que tomaran esa decisión, a pesar de que mi cuerpo
se llenó aún más de rabia ante esa forma de agradecer que ella, una simple
humana, los salvara con su sacrificio. Ellos eran así. La voz mental del lobo que
estaba al mando de esa patrulla contuvo a los demás, aplacando sus instintos de
saltar sobre mí. Era Jacob, lo reconocí al momento.
-No
me he dado cuenta de que me he internado en vuestras tierras –cuando Jacob se
puso frente a mí, mostrando su poderío y el error que acababa de cometer, le hablé
tan claro como lo sentía–. Pero si queréis acabar aquí mismo con mi miserable
existencia, adelante. No voy a oponer resistencia alguna.
Jacob
se quedó mirándome con sus enormes y negros ojos, compadeciéndose de mí. Él
sabía de lo que sentía por Bella y todo lo que habíamos pasado y luchado por
estar juntos. No lo aprobaba, pero desde que conoció a Mia y se imprimó de
ella, decidió no juzgar a nadie por enamorarse, tal vez, de la persona
equivocada. Eso lo había aprendido al estar con Mia, consciente de todos los
peligros a los que la exponía al estar con él, empezando consigo mismo. Jacob
tenía una particular –y lobuna– visión de los vampiros: no estábamos vivos.
Partiendo de eso, para ellos no éramos naturales, sino monstruos. Pero admitía
que ellos mismos tampoco eran muy normales, que dijéramos. Había aprendido a
vivir con su naturaleza sobrehumana, y al mismo tiempo, aceptaba cualquier
relación amorosa, por extraña que pareciera.
Fue
todo un descubrimiento ver que Jacob pensaba así. Y para mi sorpresa, no solo
se compadecía de mí, sino que me entendía. Ordenó al resto de lobos que nos
dejaran solos, él se encargaría de que este estúpido Cullen no volviera a
cruzar los límites de sus territorios. Obedeciéndolo, los tres lobos se
retiraron.
“Sé
que puedes leerme la mente, así será mejor. No me apetece cambiar a mi forma
humana para decirte lo que pienso”
-Como
quieras –levanté los hombros con indiferencia. Casi que preferiría que
volvieran los otros lobos y acabaran de una buena vez con mi tormento.
“Ella
ahora es como tú, ¿Verdad?”
-Sí.
“¿Y
por qué no la buscas?”
-¿Qué
te crees que hemos estado haciendo los últimos meses? –me estaba empezando a
molestar sus pensamientos.
“Mira
chupasangres, me importa poco lo que le pase ahora a ella, y a ti. Pero si yo
estuviera en tu lugar, y fuera Mia la que estuviera en manos de ese hediondo
vampiro, te aseguro que lo último que haría sería quedarme de brazos cruzados
escondido en un agujero del bosque”
-Jacob
–traté de tranquilizarme, porque sabía que llevaba razón. Había tirado la
toalla demasiado pronto. Tenía años y años, e incluso siglos para dar con ella,
y me había rendido en cuestión de meses–, la hemos buscado hasta debajo de las
piedras, y es imposible dar con ella.
“¿No
conoces el refrán que dice si no puedes vencerlos, únete a ellos?”
-¿Qué?
–algo tan sencillo como impensable para mí, se le tenía que ocurrir a un
apestoso chucho de la reserva.
“El
jefe de los vampiros quiere tenerte entre sus filas. Búscalo y únete a ellos.
Desde dentro te será más fácil encontrarla y estar con ella. Eso es lo que yo
haría. Tú ya, haz lo que te dé la gana. Pero yo lo haría todo por estar con
Mia. Ahora sal de nuestras tierras y no vuelvas a poner nunca más los pies
aquí. La próxima no seré tan benevolente contigo”
-Gracias.
De
golpe todas las palabras de Jacob se acoplaron en mi cabeza, dándole nuevamente
sentido a mi existencia después de haberlo perdido todo. Las gracias se las di
más por el consejo que acababa de darme que por dejarme abandonar en paz su
territorio.
Mientras
corría a través del bosque en dirección al aeropuerto, con intenciones de volar
hasta Italia y concertar una cita formal con Aro, mi mente viajaba a la velocidad
de mis piernas, hilvanando todo lo que me acababa de decir el lobo, y lo que
iba a hacer. Si por estar a su lado tenía que unirme a los Vulturis, lo haría.
Si tenía que matar a un humano y beber su sangre, lo haría. Todo por ella, por
estar a su lado, fuera como fuera. Ella lo era todo para mí, ahora incluso no
comprendía cómo había aceptado tan fácilmente la idea de vivir sin ella. Y
hasta me parecía un juego de niños ir hasta Volterra y decirle a Aro que estaba
a su servicio, siempre y cuando estuviera al lado de ella.
Desde
el aeropuerto llamé a Alice. No se merecía que la dejara colgada, ella que
tantas broncas mías se había tenido que tragar en los últimos meses.
-Alice,
sé que me vas a matar cuando te diga esto, pero he tomado la decisión, y no hay
marcha atrás.
-¿Has
tomado una decisión?... pero, pero yo no he visto nada.
-Imagino
que ha sido porque Jacob está implicado en ella.
-¿Jacob?
¿El apestoso lobo?
-Así
es. Pero ya no importa. Alice no tengo apenas tiempo. Discúlpame con toda la
familia, en especial con Carlisle. Sé que de ninguna de las maneras va a
aprobar lo que voy a hacer, pero es la única solución.
-¿De
qué estás hablando Edd?
-Me
voy a unir a la guardia de los Vulturis, es la única forma que hay de estar con
Bella.
-¡Edward
no…!
-Lo
siento, no te creas que lo hago por gusto, pero no hay otra salida. Perdonadme.
Adiós Alice.
Sin
darle opción a réplica alguna, colgué. Al menos merecía saber dónde iba y qué
iba a hacer. No se quedó para nada contenta con mis planes, pero me daba igual.
Yo, lo único que quería era estar con Bella lo antes posible.
Horas
después de presentarme en el castillo de Volterra, pidiendo una audiencia con
Aro, era recibido por él. Me hicieron pasar a una enorme sala abovedada en lo
alto de una torre enorme. La estancia ocupaba todo el diámetro de la torre. En
un pequeño escenario, situado estratégicamente en un rincón de la sala, había
tres tronos iguales. La ornamentación de éstos era de un gusto refinado y
exquisito, aunque tal vez un poco recargado. Los dos tronos de los extremos estaban
vacíos, pero en el del centro me esperaba sentado Aro. Flanqueado siempre por
Jane, Felix y unos tres guardias más. No me sorprendió lo más mínimo. Me
miraron con recelo, todos estaban preparados para saltar sobre mí en cuanto
vieran la más mínima amenaza sobre Aro. Sobre todo Jane, era bastante sádica y
le causaba verdadero placer usar su don de la forma más cruel y dolorosa con
cualquiera que se cruzara en su camino.
Me
aproximé con cautela a Aro, no me apetecía despertar ninguna sospecha, lo
suficiente como para que Jane actuara. Aro se levantó y se quedó al pie de su
trono, para recibirme desde su elevado puesto. Estaba acostumbrado a recibir a
lo que él creía sus súbditos, así. No podía ocultar la sorpresa y la
satisfacción que sentía al verme allí. Sus planes estaban saliendo como quería.
Fui comprendiendo que, efectivamente, él no solo quería a Bella, si no a mí también. Sus intenciones se mostraban
muy claras, y no se opondría a que estuviéramos juntos, siempre y cuando
estuviéramos a su servicio.
-¡Qué
alegría verte por aquí! –me saludó con cierto sarcasmo, aunque comedido.
-Déjate
de alegrías, Aro. Sabes por qué estoy aquí. Es la única manera que tengo de
estar con Bella –sonrió satisfecho–. Quiero formar parte de tu guardia.
-Entonces,
querido Edward, ¿Estás dispuesto a unirte a mi ejército, y poner a mi servicio
tu extraordinario don?
-Sí,
siempre y cuando Bella esté a mi lado.
-De
eso no has de preocuparte, ella siempre está allí donde yo estoy. Y los planes
que tengo para ti son los mismos. Así que no habrá problema alguno.
-¿Dónde
está ella ahora? –pregunté ansioso. Si siempre estaba a su lado, tenía que
estar cerca.
-Paciencia
mi joven amigo, pronto la verás. Pero antes has de hacer un juramento de lealtad
y obediencia ciega. Y lo has de hacer comprometiéndote en serio con nosotros,
de eso yo me aseguraré. Será muy fácil para mí ver tus intenciones, y si no son
lo que aseguras, mi guardia personal te dará tu merecido.
-Haré
todo lo que quieras, solo quiero estar a su lado.
-Acércate
y dame tu mano –así lo hice. La cogió sobriamente entre las suyas–. Ahora
arrodíllate ante tu señor, y deja que vea la verdad de tus palabras.
Me
arrodillé. Quedamos en silencio durante unos minutos. Él había cerrado los
ojos, inmiscuyéndose entre mis pensamientos. Se los ofrecí claramente, le sería
fiel simplemente por dejarme estar con ella. En su rostro se iba perfilando una
triunfadora sonrisa. Abrió sus ojos de color escarlata, y soltando mis manos,
me ofreció el sello que portaba en el dedo anular de su mano derecha.
-Ahora
has de comprometerte a servir fielmente a los Vulturis, a hacer cumplir
nuestras leyes imparcialmente, y a obedecernos sin dudar. Bésalo –me ofreció a
besar el sello–, y cierra el compromiso que acabas de hacer conmigo y con todos
los Vulturis. Y recuerda que ella ahora es una de las nuestras, y con ella
también estás adquiriendo este débito.
Ya
no tenía dudas, con ese compromiso me aseguraba toda la eternidad junto a ella.
Lo hacía por ella, todo por Bella, mi Bella, mi amor. Acerqué los labios al
sello, y justo cuando iba a besarlo, una voz detrás de mí, la más encantadora
que mis oídos habían oído jamás, me lo impidió.
-¡Edward
no! ¡No lo hagas!
Giré
la cabeza hacia la dueña de esa voz, y la vampira más hermosa que jamás habían
visto mis ojos apareció en mi campo de visión. Era la misma que aparecía en las
visiones de Alice, siempre al lado de Aro. Era ella, Bella.
1 comentario:
valgame dios pobre edward tener que unirse alas filas de ese aro, sera que bella si lo recuerda y se lo ha ocultado a aro esto se esta poniendo mas interesante a cada momento besos excelente capitulo
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