6/1/14

Cuento de Navidad cuando ya se ha acabado

Este cuento ha salido en un intento de hacer en el último día (pa variar) el segundo reto del blog de Acompáñame, y como todo lo que se hace así, deprisa y corriendo, pues no tiene mucho sentido. Aun así aquí lo dejo, como casi siempre me gusta meter algo reivindicativo o que haga pensar, pues es otro de mis cuentos absurdos sin sentido y con una manida moraleja, pa rematar la Navidad. Así que advertidos estáis si os decepciono.

El perro de los Reyes:

Teco está frenetico, como todos los 5 de enero. La cocina es un ir y venir de sirvientes con bandejas llenas de comida durante todo el día, cocineros concentrados en guisos de increibles sabores, reposteros hasta arriba de azúcar y chocolates de mil colores,... Siempre hay alguna miguita de bizcocho, algún trocito de carne, o taquito de queso que se les escapa, ¡y ahí está él para recogerlo! Ese es su lugar favorito de toda la fábrica de juguetes, pero sobre todo este mítico día cobra magia propia, más incluso que el propio almacén de mercancías de sus dueños. Éstos acostumbran a dar un grandioso almuerzo antes de salir en la única noche al año que trabajan, digamos, de cara al público. Justo después de este almuerzo con todos sus pajes, mecánicos, sirvientes, mozos de almacén, jugueteros y demás personal de la fábrica; los acontecimientos se desencadenan y la magia hace acto de presencia para que ellos puedan estar presentes en todos los actos donde millones de niños los esperan con ilusión.

Teco es el perro guardián de los Señores de Oriente. Lleva con ellos desde que era un cachorrito. Con un gran lazo rojo al cuello y en una caja forrada de colores de fantasía, iba a ser el regalo especial para una niña acomodada que se había encaprichado de él un par de días antes. Pero solo fue eso, un capricho pasajero de una cría consentida; pues cuando llegó a su poder ni tan siquiera fue capaz de pasarle la mano por la cabeza y brindarle una caricia, la caricia que con sus enormes y expresivos ojos chocolate le estaba suplicando. Ya había despertado  demasiado temprano a su nueva familia y la niña bajó ansiosa a ver sus regalos antes de que saliera el sol, antes incluso de que los Magos terminaran su labor. Y antes del amanecer, Teco ya fue atado a una gruesa cadena en un rincón olvidado en la parte trasera del patio. Fue Mel el que lo descubrió justo antes de dar por finalizada su tarea de aquella noche, y apiadándose del pobre cachorro, lo rescató.

Desde entonces Teco vive con los Reyes Magos, y como os iba contando antes, hoy corre frenético atento a no estorbar ni provocar accidente alguno por toda la cocina, esperando que algo comestible se le escape a alguien, y poder saborearlo. Y cuando todos estén ya sentados en la mesa, él se pondrá a los pies de Balta, pues sabe que el Rey negro siempre le echa algún trocito suculento. Y cómo no, a la hora de los postres es Gaspi quien terminará corriendo detrás de él para untarle el hocico de nata, siempre lo hace.

¡Qué dura es la vida del perro de los Reyes Magos! Gracias a su generosidad no se convirtió en uno de esos animalitos que al cabo de los meses crecen, pierden toda su gracia, y acaban antes de las vacaciones de verano abandonados en cualquier carretera.


1 comentario:

EldanYdalmaden dijo...

Gracias por tu aporte bixita, ya te copié el relato y está anotado para cuando hagamos la recopilación.
A ver si se anima alguien más mientras maquetamos y puede entrar.

Saludos.