6/5/10

¡Adiós, amiga!

Fue allá por octubre la primera vez que la vi. Merodeaba alrededor de la parcelita que rodea mi casa, donde tengo a mis perros. Éstos le ladraban frenéticamente mientras movían alegremente sus colas, invitándola a jugar con ellos. Salí a verla mejor, desde siempre me han gustado los perros de raza grande, y ella a pesar de su extrema delgadez era una preciosidad. Era un cruce de mastín, tal vez llevaba algo de san bernardo por sus colores y manchas, y por su cabezota y orejas. En cuanto me vio salió huyendo. Imaginé entonces unas malas experiencias con los humanos, con sus dueños. No tendrían sentimientos muy humanos cuando la dejaron abandonada aquí. A lo largo de las semanas la iba viendo por la zona, arrastrando su famélica figura entre los almendros, los huertos, las casas y cocheras de los alrededores. Todos mis intentos de acercarme a ella, darle unas palabras cariñosas, unas caricias, y algo de comida fueron en vano; siempre salía huyendo en cuanto veía una persona.
A medida que te vas acostumbrando a ver algo fuera de lugar a diario, deja de parecerte extraordinario, y ya lo tomas como algo normal. Por eso cuando dejé de verla ni tan siquiera me di cuenta.
Hasta que en enero, pasadas ya las navidades, mi tio me avisó que en su cochera había parido una perra vagabunda. Él no vive aquí, solo viene los fines de semana, y me dijo que si quería echarle algo de comer que fuera. Así lo hice. Y me la encontré, rodeada de sus ocho cachorros, todos muertos, en un estado lamentable, de desnutrición severa. Me acerqué a ella, y me miró, con esos ojos tan característicos que tienen los mastines, medio saltones, tristes, marrones. No pude contenerme y alargué la mano para acariciarle la cabezota, exponiéndome a que me mordiera. Primero me presenté, le di mi mano para que me oliera, y después la acaricié. No se fiaba de mí, retiró todo lo que pudo la cabeza pero en ningún momento hizo amago de atacarme. Creo que si en ese momento hubiese podido llorar la perra, lo habría hecho, porque a mí se me saltaron las lágrimas.
Me miraba con sus tremendos ojos, ahora con un atisbo de inteligencia. Le di de beber y de comer, y retiré de su lado sus cachorros muertos. no podía hacer nada más por ella. Volví al día siguiente, y allí me la encotré, como esperándome. Al tercer día ya no estaba. nuevamente le perdí la pista.
Muy de vez en cuando la veía entre los bancales de almendros, e incluso en mitad de la carretera donde se tumbaba a dormitar. En cierta ocasión paré el coche y me acerqué a ella, esperaba que me reconociera, pero la historia se repitió. En cuanto vio una figura humana acercarse a ella salió corriendo.
El martes una de mis vecinas me avisó de que la perra vagabunda estaba desde hacía unos días a la orilla de la carretera, debajo de un almendro, sin moverse. Me acerqué a ver qué le pasaba. Algún coche demasiado rápido le había dado un golpe, y la había dejado allí malherida sin poderse mover. Volví a ella, con mis caricias, algo de agua (estaba sedienta, jamás había visto a un animal beber tan desesperadamente) y algo de pienso de perros. Esta vez no apartó su cabezota cuando quise acariciarla. sus ojos tristes me miraban, supongo que son imaginaciones mías, pero juraría que lo hacía con agradecimiento.
Ayer miércoles volví a llevarle agua y comida. Bebió pero no comió. Mientras la acariciaba y le hacía algo de compañía estuve pensando en llevarla al veterinario, curarla y dejarla en mi parcela con mis perros. Anoche lo decidí, hoy iría a por ella, no me sería difícil cargarla en mi coche y bajar al pueblo al veterinario.
Este mediodía al llegar a casa después del trabajo mi madre me ha dado la noticia. "La perra vagabunda se ha muerto".
No se si fui un atenuante de su sufrimiento esos minutos que pasé en su compañía, pero lo que sí sé es que ella me ha dejado en el corazón y en el alma una muesca. Es mucha la impotencia que siento ahora mismo mientras escribo estas palabras, pero lo que sus irresponsables dueños le han hecho es tan solo una pequeña muestra de los abandonos y maltratos a animales que se producen a diario en España. Ya sé que algunos dirán que es tan solo un animal, pero, ¿acaso ellos no sienten, sufren, aman, padecen, VIVEN como nosotros?
No es justo que los tratemos así, son seres vivos, respetémoslos como se merecen. No son juguetes ni muebles.
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Con esta anodina historia he querido inaugurar mi blog. Va como homenaje a ella. Sé que existe ese cielo donde también van los perros, allí está ella ahora, lo sé por su limpia mirada y su silecioso paso por estos lares.

3 comentarios:

Arantxa dijo...

Hola Luz, tal y como te dije, aquí estoy, soy la primera en seguirte y la primera en comentarte, jejejeje, siempre estaré por aquí.
Un beso amiga y el jueves ESTRENO.

Bonnie

Arantxa dijo...

PREMIO SUPER ESPECIAL EN MI BLOG http://elrincondebonnie-bonnie.blogspot.com/2010/05/entrega-de-premios-especiales.html

Iris Martinaya dijo...

Me has emocionado con esta entrada, ya sueles hacerlo con otras, pero esta y en este día, ya sabes tu porque, me ha llegado al alma.

También estoy segura de que ella está en el cielo, y de que también tú le dejaste una muesca en su corazón canino.

Que tristeza que no llegaras a tiempo, pero te detuviste, cosa que ese coche que le dio el golpe no hizo, y esos dueños que le hicieron tanto mal...

En fin, como siempre, sin palabras me dejas.

Muchos besos