20/6/10

Como un trozo de carne

Ella cruzó justo cuando el semáforo cambió del color de la esperanza, al color de la sangre. Al alcanzar la acera de enfrente oyó a sus espaldas el frenazo de un coche, incluso pudo oler el débil olor de la goma de los neumáticos al gastarse contra el asfalto, olor a goma quemada. Volvió la cabeza hacia atrás y vió el líquido viscoso y del color del semáforo fluir de entre las ruedas, entonces subió la mirada y obserbó cómo el conductor del coche asesino salía de él llevándose las manos a la cabeza y gritando "¡Dios mío! ¡Qué he hecho!"

La gente que paseaba tranquilamente por la calle se fue aglomerando alrededor del coche para enterarse de lo que ocurría. Todos miraban, todos hacían todo tipo de comentarios, todos escuchaban, pero ninguno hacía nada de provecho para la víctima. La sangre seguía rezumando entre el asfalto bañándolo de su trágico color, debajo de los neumáticos. Parece ser que el dueño de un garito de poca monta que había en la misma acera donde estaba ella había llamado al 112, preocupándose solo de que el accidente no espantara a la clientela.

Ella miró en todas direcciones, con los ojos ansiosos, desesperados, buscándolo. Segundos antes habían discutido y ella le dejó plantado en una pizzería, él salió detras implorando clemencia y comprensión. Por más que buscaba y rebuscaba con la mirada entre la gente allí amontonada, no logró ver su cálido rostro. Entonces tomó la decisión de acercarse a comprobar si era de él la sangre que fluía entre las ruedas y el asfalto. Al sacudirle este pensamiento los sesos se quedó paralizada, no tuvo suficiente valor para dar un paso, mientras, gotas de sudor caliente, que a su paso helaba, recorrían su cuerpo, bajaban lentamente desde su nuca pasando por toda la espalda, hasta llegar al territorio prohibido y empapar pesadamente la fibra de algodón. Al fin pudo coger las riendas de la situación y logró dar unos pasos hacia el coche. A cada paso que daba, el corazón se le aceleraba cada vez más y más, parecía que sus marcadas venas iban a estallar. La adrenalina subió bruscamente y empezó a palidecer mientras avanzaba con pasos cortos y titubeantes. Su mente en esos momentos estaba llena de pensamientos de él, sus ojos azules, sus cabellos negros, su inocente sonrisa, sus grandes manos, su suave y terso cuerpo, sus palabras llenas de calor humano y amables que exhalaban ternura,...

Llegó a la altura del coche. tuvo que ponerse la mano en el pecho para intentar parar el brusco y acelerado movimiento de su corazón. Parecía que le faltaba el oxígeno, sus fosas nasales se ensanchaban cada vez más y más, buscando el aire fresco de la tarde, y todo su cuerpo temblaba. Dio un paso más y pisó algo, miró hacia el suelo para ver qué era lo que había pisado y vio un zapato marrón manchado con salsa de tomate y queso fundido, y en uno de sus laterales un corazón pintado con una J y una L en el interior. Sus ojos mostraron el color blanco que hay en la región más allá de las pupilas y su cuerpo se desplomó pesadamente sobre el asfalto, dejando de temblar. Su corazón que antes latía alocadamente dejó e hacerlo, las fosas nasales volvieron a su posición normal y su cuerpo quedó allí, inerte, como un trozo de carne.

2 comentarios:

Arantxa dijo...

Ya lo se, tengo que hace reposo, no me regañes, esta vez es para decirte que...

Ya casi estoy de vuelta premio especial en el blog http://elrincondebonnie-bonnie.blogspot.com/2010/06/premios-especiales.html

Adela/Mariola (SokAly) dijo...

Ay Dios, que pena me dio.

No quisiera estar en le pellejo de ella.

Que triste.

~Ade~