4/12/11

BUSCANDO UN SUEÑO:5º.-La despedida


Capítulo 5º: ” LA DESPEDIDA”


>>BELLA

   Después de desayunar, lo recogimos todo con ideas de volver a Chicago antes de la tarde. Como supuestamente la cabaña era ya nuestra dejamos algo de ropa en ella, las fotos de nuestros padres, y lo que había sobrado de comida que llevara una larga fecha de caducidad. El peluche azul que me había regalado, después de ganarlo presumiendo de puntería, se quedó encima de la cama. Prefería dejarlo aquí, pues seguro que mi madre al verlo me lo quitaría, le encantaban los peluches, y ese en especial quería conservarlo.  Edward estuvo muy callado y pensativo toda la mañana, y durante todo el trayecto de regreso a la ciudad. Lo noté distante e incluso diría que frío. Supongo que estaría deseando irse de aquí, tan lejos como el ejército le propusiera, y tener esas mil aventuras que yo era incapaz de darle. No lo entendía, hubiera jurado por mi propia vida que no lo entendía. Desde hacía algún tiempo daba la impresión de estar arto de todo, de la facultad, de los amigos, de sus padres, hasta de mí. A pesar del regalo que me había hecho, nada más y nada menos que la cabaña del lago, aquel rinconcito alejado de todo que ambos coincidimos en llamarlo nuestro primer hogar. Pero daba la impresión de que lo hizo más por él que por mí, como necesitando algo, un ancla que no lo alejara de mí. Y esa propiedad compartida era el ancla perfecta para ello.
Aún así sabía que me quería, pero también sabía que ese amor no era lo suficiente fuerte como para retenerlo a mi lado. Lo único que podía hacer era darle ese tiempo y espacio que reclamaba, y esperarlo. Porque por supuesto que pensaba esperarlo, toda la vida si fuera necesario.
   Aparcó el volvo delante de mi casa, y sin apagar el motor salió del coche dirigiéndose al maletero. Lo abrió y sacó mi mochila. YO ya estaba esperándolo en el jardín de delante de casa. Nos dirigimos a la puerta, y subiéndome al escalón  para poder ponerme a su altura, nos despedimos hasta la tarde con un apasionado beso.

- Ven aquí Edd. Estás raro. ¿Qué te pasa?
- Nada cari, solo que estoy algo cansado.
- Estás cansado, y algo más, ¿no me lo vas a contar?
- Solo es cansancio cari. Durmiendo un par de horas volveré a ser yo mismo. Recuerda que esta tarde pasaré por ti a eso de las 6 para ir a firmar los papeles de la cabaña al despacho de mi padre.
- ¿Realmente es necesario que yo firme también?
- No tienes que preocuparte por nada cari, y sí, quiero que esa cabaña sea nuestra primera propiedad juntos.
- Pero es que yo no te puedo ayudar a p…
- No empieces, ya te he dicho que está todo solucionado, por favor cari, déjalo estar.
- Vale, pero eso tenemos que aclararlo, no puedo permitir que lo pagues tu todo siempre.
- Bella tú conoces a mi padre, y ya sabes el tipo de educación que me ha dado, déjame sencillamente ser como soy.
- Al final me estoy acostumbrando, pero no me gusta, tú también conoces a  mi madre y me ha enseñado a ser independiente. Oye, vamos a ir al festival de jazz mañana, ¿no? Recuerda que quedamos con Jessica, Eric  y Mike en el “Jazz Showcase”
- Por supuesto, por nada del mundo me perdería a Diana Krall, sabes que soy su fan número uno.
- Ni yo tampoco me la perdería.

   Lo agarré del cuello de la camiseta y lo aproximé a mi cuerpo. Él respondió como esperaba, me acercó a su cuerpo más aún y nuestros labios se fundieron en un apasionado beso. Y antes de alejarse de mí me susurró al oído que me quería.  Se subió al volvo, y antes de marcharse me recordó con un grito la hora a la que pasaría a recogerme. Al entrar a casa un agradable olor a comida me vino desde la cocina, y por como olía, nada raro ni quemado, supe que quien estaba cocinando era Phil. Mamá era un desastre en la cocina.

- ¡Hola Phil! ¿Y mi madre?
- ¡Hola Bells! Tenía unos recados que hacer, y como yo tengo el día libre, me he quedado cocinando.
- ¿Te ayudo con algo?
- No hace falta, gracias. Lo tengo todo bajo control. En cuanto llegue tu madre, que debe estar al caer, comeremos. Ya te avisaremos.
- Vale. Voy a mi habitación, he de ordenar unas cosas.

   A las seis menos cinco llamaron a la puerta, era Edward, desde luego no podía quejarme de su puntualidad. Si alguna vez llegaba tarde era por algún imprevisto, pero nunca por culpa suya. Ya en el despacho de su padre el trámite de las firmas fue rápido. Allí nos esperaban su padre, el notario y el dueño de la cabaña. Éste no pudo contener las lágrimas al firmar la venta, eran muchos los recuerdos que tenía del lugar junto a su esposa; y mientras firmaba se decía a sí mismo que era lo mejor, si alguna vez volvía allí sería ya sin ella y eso lo mataría de pena. Salimos a la calle, era ya de noche y a pesar de estar en pleno junio era una noche fresca. Edward me agarró por la cintura y me acercó a él, le encantaba ir por la calle cogido de mi cintura, con la cabeza bien alta, presumiendo de mí. Lo que no sabía era que yo también presumía de ir con el chico más guapo de toda la universidad de Chicago.

- Vamos cari, te invito a cenar para celebrarlo.
- ¿No lo celebramos ya en la cabaña todo el finde?
- Más o menos, pero ya está todo hecho y ya es nuestra legalmente. Además ten en cuenta que la semana que viene es mi cumpleaños y no voy a poder celebrarlo contigo.
- ¡Es verdad! ¡Ay! Lo siento Edd, no te he comprado nada aún.
- No hace falta, me conformo con que aceptes la invitación a cenar esta noche. Vamos, te voy a llevar al mejor restaurante en Navy Pier.
- Yo me conformo con un burger, y mírame, si me lo hubieras dicho me habría arreglado un poco.
- ¡Estás perfecta cari!
- Que no Edward, así solo voy para un burger.
- Vale, es culpa mía, te lo tenía que haber avisado. Vamos a por unas hamburguesas y nos las comemos en el coche, aparcados en la playa, ¿te gusta la idea?
- ¡Me encanta! Lo vamos a pasar mejor que en cualquier restaurante.

   Fuimos al burger del paseo marítimo de Navy Pier, y poco después estábamos en la playa del final del paseo, aparcados delante del lago. Después de cenar nos sentamos en el asiento trasero del coche, allí estábamos más cómodos, nos abrazamos, arrullados por el oleaje que nos llegaba desde la orilla de la playa. Muchas noches habíamos acabado allí mismo dándole riendas sueltas a nuestro amor y pasión, pero aquella noche tan solo nos apetecía estar así, abrazados, ambos notábamos la inminente separación y el dolor que nos causaría, al menos a mí. Estaba pensando en eso precisamente, preguntándome si a él le dolería tanto como a mí, cuando Edward me dio un dulce beso en la frente y contestó a mi silenciosa pregunta:

- Te voy a echar tanto de menos todos estos meses, que no sé cómo lo voy a resistir.
- Y yo a ti.
- Te juro Bella, que en cuanto cumpla con el ejército, voy a volver contigo y no nos van a separar nunca más.
- No tenías que haberte alistado Edd.
- Por favor cari, no me eches tú también la bronca. El otro día me la echó mi padre, ya habrás notado lo enfadado que está conmigo.
- Sí, lo he visto más serio que de costumbre.
- Y mi madre me la ha echado esta tarde.
- ¿Tu madre también? No me la imagino enfadada contigo, si te tiene en un pedestal.
- La verdad es que enfadada no está, más bien está decepcionada, que es peor.
- Ya.
- Pero te voy a decir lo mismo que le he dicho a ella. No tenéis de qué preocuparos Bella. No pienso hacer ninguna tontería, y en un año estaré aquí con vosotras para siempre. Seré tuyo a tiempo completo.
- No sabes lo que me alegra oírte decir eso. Después de lo distante que estás últimamente, y las ganas que tienes de marcharte de aquí; he llegado a pensar que lo que haces es huir.
- No es así Bella. Creía que ya te había explicado mis razones para alistarme.
- Me las has explicado, pero no las entiendo.
- Eso ya no importa. Estos días en el lago me han hecho recapacitar, y he de confesarte que me he comportado como un perfecto imbécil al alistarme, si todo lo que me importa en la vida lo tengo ahora mismo entre mis brazos.

   Levanté la cabeza al oírle decir eso, y nuestros ojos se perdieron los unos con los otros. No era capaz de distinguir el verde esmeralda que destilaba su mirada por la oscuridad, pero pude notar como me perdía en ellos. Y poco a poco nuestras bocas se fundieron en un beso agridulce. Permanecimos allí un buen rato más, hasta que empecé a notar más el frío de la noche. Edward lo notó en mi cuerpo, y abrazándome, esta vez a modo de despedida, me dijo:

- Debe ser más de media noche, debo de llevarte a casa ya o tu madre me matará. Vamos a pasarnos adelante, pondré la calefacción, ¡hace un frío que pela!
- espera Edward. Prométeme que volverás.
- Te lo prometo Bella. Prométeme tú que me esperarás.
- Te esperaré toda mi vida si es necesario.
- Con solo un año me basta.

   Mi despertador sonó a la hora de costumbre. Aún no lo había cambiado, seguía sonando a las 7 de la mañana, hora a la que empezaba mi jornada de cara a la universidad. Solo que el curso había acabado la semana anterior. Me desperecé en la cama, no tenía ganas de salir, total, no tenía nada que hacer urgente hasta la hora de comer. Así que me di media vuelta y me eché a dormir otra vez. Me despertó el móvil, antes de cogerlo miré la hora, eran cerca de las 12, ¡había dormido 5 horas de un tirón! Tenía la cabeza embotada, y mientras la sacudía para despejarme un poco descolgué el móvil, era Edward.

- ¡Buenos días cari! ¿Aún durmiendo?
- ¡Eh!... ¡no no! ¡Que va!
- Se te nota en la voz, y estás más atontada que de costumbre.
- Vaya, ¡gracias!
- Anda no te enfades. Oye esta tarde no voy a poder ir, tengo un montón de cosas que prepararme para el viaje de mañana, no te importa, ¿verdad?
- Claro que no, así me da tiempo para lo de esta noche.
- Vale cari, gracias. Entonces ya pasaré a por ti a las nueve como hemos quedado.
- A las nueve en punto te espero aquí.
- ¡OK! Adiós cari, ¡te quiero!
- Y yo a ti Edd, hasta la noche.


   Después de comer pasé la tarde enganchada al teléfono. Con quien primero hablé fue con Jessica, mi mejor amiga del instituto. Después de una hora larga de conversación colgamos, y mientras ella llamaba a Mike para decirle a qué hora debería pasar a recogerla; yo llamé a Eric para decirle a la hora que pasaríamos Edward y yo a por él. Nada mas colgarle a Eric sonó el teléfono, era Edward. Total, dos horas más.
   A eso de las ocho con voz apremiante le pedí que me dejara arreglarme para la noche, y no tuvimos más remedio que colgar. A las nueve menos diez, mientras daba un último retoque a mi modesto maquillaje oí desde la escalera:

- ¡¡Bells!! ¡Edward ya está aquí! ¡Baja ahora mismo o te juro por lo más sagrado que te dejo aquí con Phil y me fugo con Edd! ¡Por Dios Edward, estás para hacerte un favor!

   El típico comentario de mi madre, menos mal que estábamos acostumbrados a sus salidas. A Edward lo hacía sonrojar, era de las pocas veces que lo había visto avergonzado; a Phil le daba por reírse, lo encontraba de lo más gracioso; yo no podía nada más que poner los ojos en blanco y suplicarme a mí misma paciencia, un poquito de paciencia,… era mi madre. A las nueve y cinco recogimos a Eric, y pasadas las nueve y media ya estábamos en la entrada principal del “Jazz Showcase”, con Jessica y Mike, preparados para pasar una noche inolvidable. El ambiente dentro era embriagador, la música no estaba demasiado fuerte, siempre en directo, la gente no agobiaba, aún; pues con el pequeño concierto que iba a dar en unos minutos la gran Diana Krall, había expectativas de que se llenara hasta la bandera. Edward y Eric se dirigieron a la barra a pedir algo para beber, mientras Jessica, Mike y yo nos acercamos al escenario todo lo que pudimos para poder pillar el mejor sitio posible.
   Fue sencillamente espectacular. Cuando la artista empezó a despedirse con sus temas más románticos Edward me agarró la mano y me sacó del centro de la pista que estaba lleno. Me condujo a un rincón donde me agarró y pudimos bailar. A pesar de lo patosa que era para el baile, sencillamente me agarré a él, que me estrechó a su cuerpo y me dejé llevar mientras marcaba el paso, con la cabeza apoyada en su hombro, con toda esa música, esa letra entrando en mi cabeza a través de los sentidos. No sé cuántas canciones bailamos, estaba en otro universo paralelo cuando la artista se despidió mientras la gente pedía más. Levanté la cabeza de su hombro para mirarle y poder robarle un beso, y lo vi llorando. Él me apretó más a su cuerpo mientras me susurraba un casi inaudible “lo siento”. No dije nada,  me aferré a él  como si en ello me fuera la vida y recosté mi cabeza en su pecho.

- ¡Eh chicos! Siento estropearos el momento, pero Mike y Jessica se han ido, esos acaban liados esta noche. He visto por ahí a Austin y a los chicos del equipo, me voy con ellos, no os preocupéis por mí, ¿OK? ¡Chao!
- Vale Eric, nosotros nos vamos ya. Nos vemos.

   Fue Edward el que le respondió, y mirándome a los ojos me pidió que saliéramos de ahí. Yo asentí. Me cogió la mano y me arrastró hacia la puerta entre la gente. Me llevó directamente a casa, y nos quedamos en el volvo. A la mañana siguiente tenía que coger un avión que lo llevaría a San Diego, donde tenía que presentarse en el Marine Corps Recruit Depot. Allí pasaría las siguientes trece semanas, en una dura instrucción. Una vez superada la instrucción ingresaría en la escuela de Infantería de Camp Pendelton.

- Me gustaría que vinieras mañana a despedirme al aeropuerto.
- Pero Edward, ¿de verdad te has creído que no voy a ir?
- Me lo has dicho tantas veces, siempre en tono serio, que me lo he creído. A veces me vuelves loco con tus cambios tan repentinos.
- Te vas de mi lado, y no te voy a poder ver en tres meses, ¿y tú te crees que no voy a ir a despedirte? Ya lo creo que estás algo loco.
- Tú me vuelves loco cari.

   Me agarró de la nuca por el pelo y juntó sus labios con los míos, casi con desesperación. El beso que nos dimos era más lascivo que de costumbre, sin importarle que estábamos delante de mi casa.

- Edd, ¿por qué no aparcamos en otro sitio?

   Le sugerí. La verdad es que no tenía los ánimos para ese tipo de despedida, pero mi cuerpo no pensaba lo mismo, y adivinando el periodo de castidad que se avecinaba, ese beso me encendió.

- Si no te importa cari, mejor nos quedamos aquí. No me malinterpretes, es que no tengo el cuerpo para eso. Prefiero pasar este último rato aquí contigo, abrazándote, mirándote, y hablando contigo.

   Por esos pequeños detalles estaba enamorada de él. Acercó su mano a mi cuello, acariciando mi mentón, y ese mismo camino lo recorrió luego con sus labios. Terminó estrechándome entre sus brazos, apoyando mi cabeza contra su pecho. Se notaba lleno de sentimientos, de sensaciones al contacto conmigo.

- ¿Te puedo hacer una pregunta?
- claro que sí.
- Antes, en el “Jazz”, me he dado cuenta que estabas… como si estuvieras…
- Llorando.
- ¡Sí! Bueno eso me ha parecido cuando me has dicho que lo sentías.
- Así es Bella, lloraba de impotencia ante mi estupidez. Y lo siento, porque por eso he de alejarme de ti, con el consiguiente daño que nos va a causar a los dos. Lo siento mucho.
- Bueno Edd, míralo por el lado positivo, cuando te den tu primer permiso y vuelvas, lo vamos a celebrar por todo lo alto.
- Eso seguro.
- Ya sé que esto es muy importante para ti, por eso lo he aceptado. Y por eso quiero pedirte una cosa.
- Dime cari.
- Sácale el mayor partido a todo, y disfrútalo a tope. Yo voy a estar aquí esperándote,… bueno, a no ser queee…
-¿A no ser que qué?
- Que yo también me aliste en los marines. No vas a ser tú solo el único capaz de hacer locuras. ¡Y no te rías!... Está decidido, me voy a alistar yo también, y te voy a vigilar a ver qué haces por ahí.
- Anda cari, no digas disparates, bastante hay con uno ahí. Además a ti te mandarían a Parris Island.
-¿Y eso?
- En San Diego no admiten mujeres.
- Pues mejor, me quitas un peso de encima.

   Los dos reímos al unísono. Era agradable oír su risa, siempre tan clara y contagiosa. El ambiente se relajó un poco, y quedamos nuevamente en silencio, abrazados. No necesitábamos más. Con sentir el contacto de nuestros cuerpos, nuestros aromas, el latido de nuestros corazones, la cadencia de nuestras respiraciones; no necesitábamos más palabras ni demostraciones de nada. Al cabo de no sé cuánto tiempo su móvil sonó. Los dos lo miramos extrañados, y mientras lo descolgaba y se lo llevaba a la oreja, me dijo que era su madre:

- Dime mamá, ¿ha pasado algo?
- No hijo, no te apures. Solo que son más de las dos y te recuerdo que mañana tienes que coger un avión a las ocho.
- Lo sé. Estoy con Bella en la puerta de su casa. En cuanto nos despidamos voy para allá.
- ¡Vaya! Espero no haber molestado.
- Tranquila mamá, tú nunca molestas.
- ¿Bella va a venir al final al aeropuerto o no?
- Vendrá.
- Me alegro mucho hijo de que finalmente venga a despedirse de ti. Dile que mañana nos vemos.
- Sí mamá.
- Y no tardes mucho hijo.
- no mamá.

   Colgó y arrojó el móvil a la guantera, y volvió a acomodarme en su pecho como estábamos antes. Yo había escuchado la conversación, y no quería entretenerlo más de la cuenta, debería descansar un poco antes de enfrentarse  a uno de los días más largos de su vida. Así que unos minutos después me separé de él y alegando que estaba cansada y que ambos deberíamos descansar, me despedí con un intenso beso y lo mandé para su casa. Salí del coche y me dirigí a casa, él como siempre esperaba a que estuviera dentro para irse. Le dije adiós con la mano y cerré la puerta. Por la cristalera vi alejarse el volvo a toda pastilla por la calle.
 
 El vuelo de Edward fue anunciado a su hora exacta. Ya había llegado la hora de despedirnos. Sus padres estaban allí junto a mí. Su padre le tendió la mano con gesto severo y de desaprobación, y acabó tirando de su hijo para darle un abrazo. Le susurró un tímido “cuídate”, el hombre estaba embargado por los sentimientos, luchando por ocultarlos como era su costumbre. Su madre se les unió en el abrazo, y no pudo contener las lágrimas. Acabó besando de forma compulsiva el rostro de su hijo como si de un niño que se va de campamento se tratara. Cuando pudo soltarse de su madre me miró con sus preciosos ojos verdes, ahora inundados por unas rebeldes lágrimas que se negaba a soltar. Las que sí salieron fueron las mías mientras nos abrazábamos. Subió mi cara con su mano para poder besarme. Se separó de mí y mientras cogía su maleta esbozó una sonrisa de las que me encandilaban, y al alejarse por el pasillo de embarque me dijo:

- Bella, ve haciéndote a la idea de que la próxima vez que nos veamos te voy a pedir que te cases conmigo, y no voy a aceptar un no por respuesta.

   Miró a sus padres y éstos asintieron mientras me miraban a mí. No me pude contener y salí corriendo detrás de él, necesitaba un beso más de sus labios, un último beso.

- ¡Edward, te quiero!
- Bella, mi Bella, ¡te amo!

1 comentario:

Iris Martinaya dijo...

Jo, hasta las mías han salido. Mis lágrimas digo, de verdad que es que Edward es más tonto que aupa!!! Ese final ha sido muuuyy romántico, y oye, el concierto de Diana, como mola, de veras que tu si que sabes!!

Ahora a esperar a los siguientes, que de verdad que los recuerdo muy vagamente, y me está gustando mucho revivir todos los momentos tan especiales que nos regalaste con esta historia.

Espero por mi salud mental, jeje, que pronto tengas internet!!

Un beso