29/2/12

BUSCANDO UN SUEÑO:26º.- Cuando la ignorancia se convierte en peligro



Capítulo 26: CUANDO LA IGNORANCIA SE CONVIERTE EN PELIGRO



EDWARD

Sentado en el cerco de madera que protege uno de los géiseres más visitados aquí en el Parque Nacional Yellowstone, esperando que éste entrara nuevamente en acción para maravillarme de la acción de unos de los fenómenos de la naturaleza. Eran las dos de la madrugada, las primeras nieves del otoño ya habían caído, y el parque estaría cerrado al público, al menos toda esta zona, hasta la primavera. Aun con el frío polar en el ambiente, pues a estas horas estaríamos a varios grados bajo cero, el géiser no cejaba en su empeño de soltar su chorro caliente cada vez que le tocaba, siendo un preciso reloj entre chorro y chorro. A su alrededor la nieve que lentamente iba cayendo, amontonándose copo a copo en el suelo, al contacto con el agua casi hirviendo se deshacía, formando unas débiles fumarolas de vapor que hacían el espectáculo más impresionante.
 Entre todos estos espectaculares fenómenos de la naturaleza mi mente divagaba, preguntándome los motivos que llevaron a Bella a tirar al suelo, detrás del escritorio el anillo de mi madre, no dejándome concentrarme en la caza. Los recuerdos de ésta que tenía a través de los pensamientos de Maggy volvieron a mi cabeza, formándose otros al recordar aquel anillo que antes  había pertenecido a mi abuela, y mucho antes a mi bisabuela; y que había pasado varias generaciones por todos los dedos de las señoras Masen de mi familia.
Ese anillo era uno de los recuerdos, si no el más importante, que le había quedado a mi madre de mi padre. Y ella se lo había dado a Bella, pues a fin de cuentas hasta ella habría llegado el día que yo le hubiese propuesto matrimonio.
¿Acaso ella no lo quería? Entonces, ¿por qué se lo aceptó a mi madre? Una y mil veces le daba en mi cabeza la vuelta a esa pregunta. Realmente no sabía qué pensaba de nuestra relación en el pasado. Nos amábamos, pero, ¿era ese amor suficientemente fuerte como para formalizar nuestra relación? Me maldije una y mil veces por no poder entrar en su mente y verlo, eso era realmente frustrante. Poder ver hasta los pensamientos más íntimos de todo el mundo, a varios kilómetros de distancia, a personas que no conocía; pero a ella era sencillamente imposible. Recordé su carta, a pesar de haber sido destruida por la odiosa Tanya, de tantas veces que la había leído aquella tarde la recordaba nítidamente. Busqué entre mis recuerdos de esa carta, y recodé un párrafo que me había llegado al corazón en especial:


“¿Sabes? En este tiempo que llevamos separados, tan lejos, me he ido dando cuenta de lo que significas en mi vida, de lo importante que eres para mí. Desde que no estás aquí me siento como vacía, como si te hubieras llevado contigo mi corazón, espero que me lo devuelvas pronto. No concibo una vida sin ti. Solo espero que tú sientas lo mismo.”

Por ese párrafo que  al recordarlo volvió a tocar mi corazón, no me cabía en la cabeza que ella no quisiera formalizar lo nuestro. Ella estaba esperando mi regreso precisamente para eso. Y según la tradición familiar, ese anillo sería el protagonista en esa ceremonia. ¿Entonces? Algo se me escapaba, por muy lúcida que fuera mi mente, no lograba ver el por qué de ese acto vandálico con el anillo.

A un par de kilómetros al sureste pasó Emmet siguiendo el rastro de un oso grizzly, ya se nos había unido con Rosalie. Había tenido que ir hasta Londres a por ella, pedirle mil perdones y prometerle que no volvería a dejarla por mí, a pesar de ser ella la que lo dejó plantado al irse con Tanya. Emmet percibió mi presencia cerca, y sin abandonar la caza de ese enorme grizzly me advirtió de que lo dejara en paz, bastantes problemas tenía ya con Rosalie por mi culpa. Lo sentí bastante, él era con quien mejor me llevaba de toda la familia. Cada uno en su rol, pero Emmet era, aparte de un hermano, un amigo de los buenos, a pesar de su socarronería. Me apenaba no poder contar ahora con él, necesitaba hablar del tema con alguien.

Y como si me hubiese leído ella a mí la mente, por el oeste apareció Esme, desplegando a su alrededor su aura de madre preocupada. Ya se había alimentado, había dado caza ella sola a un oso negro cerca de Lewis Canyon, y de postre un par de alces. A pesar de su aspecto débil, su naturaleza tiraba de ella y era imprescindible sacarla de una forma o de otra. Buscaba a alguno de nosotros que no estuviera inmerso en la caza para no esperar sola al resto. Me encontró pensativo, suficiente razón como para preocuparse y preguntarme qué me pasaba.

-Bonito espectáculo.
-Ajá.
-Si ves el géiser Norris te sorprendería. Es mucho más impresionante que éste. – Se acomodó a mi lado, apoyándose en el cerco donde yo estaba sentado.
-Seguro.
-¿Dónde estás?
-¿Perdona? – su pregunta me pilló por sorpresa, captando mi atención, que a fin de cuentas era lo que ella quería.
-Te importan un comino los géiseres, dime hijo, ¿Dónde tienes la cabeza?
-No te preocupes Esme, son tonterías mías. – A pesar de necesitar hablarlo con alguien, no me apetecía hacerlo con ella, aunque por otro lado, ella sería la única en comprender mis sentimientos sobre el anillo. Suspiré – Es Bella.
-No hacía falta que lo dijeras, por una vez te he leído la mente yo a ti.
-Imagino que se me ha de notar en la cara.
-Ummmmm… ¡Sí! Bastante – Reímos a la vez – ¿Te puedo ayudar en algo?
-No,… bueno, no sé. Estoy hecho un lío.
-Grave debe de ser cuando aun no has cazado nada.

Con su precisión de reloj suizo el géiser saltó delante de nuestras narices, y ambos nos quedamos callados durante los breves minutos que duró el espectáculo. Lo estábamos esperando, pues ya habíamos notado desde las entrañas de la tierra que una nueva expulsión de agua caliente se avecinaba. Los copos de nieve que caían parsimoniosamente, no soplaba nada de viento aquella noche, se deshacían como si nada al entrar en contacto con el agua hirviendo.

-El otro día,…
-Reñisteis. – Me interrumpió intentando hacérmelo más fácil.
-No, no fue una riña. Es más complicado que eso. Encontré tirado en el suelo de su habitación, detrás de su escritorio el anillo de mi madre.
-Podría haberlo perdido. – La excusó.
-La cara de “tierra trágame” que puso no es de haberlo perdido.
-¿Y no te lo explicó?
-No. Yo,… no la dejé.
-¿Cómo? – Se incorporó, mirándome de frente.
-No la dejé. Ese anillo era con el que los hombres de mi familia le pedían matrimonio a sus futuras esposas. Era muy especial para mi madre, y prefirió desprenderse de él para que lo conservara Bella. Y ella lo tenía tirado por los suelos en un rincón. – De pensar todo lo que le acababa de soltar del tirón a Esme me encolericé. – ¿Cómo crees que me sentí al reconocerlo cuando lo recogí del suelo? Salí de allí lo más rápido que pude, y no le di opción a explicarse.
-Actuaste como un patán. Deberías haberla dejado darte una explicación. No sabes sus motivos.
-En cuanto regrese hablaré con ella.
-Eso espero, y no reacciones como lo has hecho aquí al pensarlo.
-Es que, no sé, me dolió mucho ver ese anillo allí, con todo lo que significaba para mi madre, y ella lo tenía tirado.
-Hijo, si no conoces sus motivos, no deberías juzgarla.
-Ya, pero…
-¡Pero nada! – Ahí estaba la Esme defensora de las causas imposibles, con los brazos en jarra delante de mí, dispuesta a defender a Bella por una razón que desconocía,… al igual que yo. – He oído a Alice y sobre todo a Jasper hablar de ella y de todo lo que siente por ti, y de sobra sé que no lo hizo por despecho, ni porque no te quiera. Sabes todo lo que esa chiquilla siente por ti de primera mano. – Los recuerdos de Jasper cada vez que había estado cerca de ella así lo confirmaban, desde aquel fortuito primer encuentro en la universidad de Denver, hasta esas veces en la Seattle.
-Jasper es único para eso.
-Así es. No quiero que le des más vueltas hasta que no hables con ella. Así que ahora mismo te vas de caza, – me cogió cómicamente de la oreja, obligándome a levantarme del tronco donde estaba sentado – y en cuanto estés de sangre hasta arriba volveremos a casa y lo hablaréis, ¿entendido?
-Sí mamá. – Le repliqué como si fuera un niño pequeño, y volvimos a reír, mirándonos divertidos. Soltó mi oreja, mientras yo alzaba mi mano y le acariciaba el rostro con el torso de mis dedos. – Gracias.

Salí de allí corriendo todo lo que daba de sí mi cuerpo, sintiendo la libertad que ello me proporcionaba por todo mi cuerpo como si de un subidón de adrenalina se tratara. Hablarlo con Esme me había sido de gran ayuda, y alivio. Llevaba razón, había sido un estúpido al no dejarla que se explicara. Una punzada de culpabilidad recorrió entonces mi corazón al pensar en lo mal que lo habría estado pasando ella estos días. Me alimentaría, y más adelante la llamaría, aunque para eso tendría que buscar una zona con cobertura para el móvil.

El alba me sorprendió con suficiente sangre en mi cuerpo para aguantar varias semanas, aunque para los de mi especie no hay hartura realmente. Volví distraído al camino, cerca de la cara sur del pico Eagle, donde habíamos dejado el todoterreno de Emmet. Llevaba un paso humano, pues iba distraído pensando en Bella y en todo lo que teníamos que hablar, cuando al pisar el camino mi móvil recuperó la cobertura y un montón de llamadas perdidas de ella me entraron en la pantallita, junto con el aviso de recargar la batería. La culpabilidad volvió a castigarme, y conforme iba a darle al botón de la rellamada para poder hablar con ella, aunque solo fuera para decirle que pronto estaría allí; el móvil sonó. ¿Sería nuevamente ella? Al mirar la pantallita vi que era Alice, y de mala gana le contesté.

-Dime Alice, y rapidito que me vas a dejar sin batería.
-Es Tanya.
-¿Qué pasa con esa pécora? – al nombrar a la despechada de Tanya había logrado sacar mi parte más desagradable.
-No lo sé Edward, ha sido una vaga visión, ella y Bella en el camino que va a casa.
-¡¿Cómo?! – me paré en seco, petrificado.
-¿Rosalie está ahí?
-Sí, hace dos días aparecieron Emmet y ella directamente desde Londres. ¿Por qué?
-Tanya tiene un plan para enfrentarse a Bella por ti. Tal vez Rosalie sepa algo.
-¿Qué has visto exactamente Alice? ¿Bella está en peligro?
-Solo las he visto a ellas dos en el camino, y…
-¡Alice!... ¿Alice?... ¡ALICE!

La batería del móvil me había dejado tirado. Desde luego que en un encuentro entre Tanya y Bella, la más perjudicada sería siempre Bella debido al temperamento de Tanya, y más pensando que yo le pertenecía y le correspondería. Desde aquel encuentro en Isla Esme, donde nos hicimos tanto daño, no había sabido nada de ella. Estaría realmente furiosa conmigo y con Bella. Debía hablar inmediatamente con Rosalie para averiguar si sabía algo; y salir enseguida hacia Seattle, no permitiría que nadie, y menos la déspota de Tanya, dañara a Bella. En un suspiro llegué al todoterreno. Allí estaba toda la familia esperándome. Todos me saludaron menos ella, precisamente ella, con quien tenía que hablar. La abordé sin preámbulos.

-Rosalie, necesito hablar contigo un momento.
-Yo contigo no tengo nada de qué hablar. – Ni se dignó en mirarme.
-Es sobre Tanya.
-¿Ahora te preocupas por ella?
-Alice la ha visto en una de sus visiones junto a Bella.
-¿al final se ha atrevido? – giró su cara hacia la mía, mostrando sorpresa.
-¿Atreverse a qué? – Fue Carlisle, pendiente de la conversación, al igual que toda la familia, quien le preguntó autoritariamente, exigiendo una respuesta.
-Pues… - Rosalie se mostraba reacia a contarnos los planes de Tanya.
-¡Habla Rosalie! – la apremió nuevamente Carlisle.
-Los últimos días en Londres se los ha pasado pensando en planear cómo buscar a esa humana con la que sales y darle un buen susto par que se aleje de ti.
-¿Por qué no me lo habías dicho? – la agarré fuertemente del brazo, zarandeándola. La reacción de Emmet no se hizo esperar, dándome un empujón para apartarme de ella e interponiéndose entre nosotros, avisándome con un sordo gruñido desde su pecho.
-Rosalie cuéntanos lo que sepas, la vida de Bella podría estar en peligro. – Carlisle intervino poniendo un poco de paz, e instando a Rosalie a contar lo que supiera.
-Solo sé eso, los últimos días no paraba de intentar recordar el nombre de la tipa esa, Isabella Wang,  Swen o como sea, diciendo que le encantaría tener una conversación con ella y explicarle un par de cositas. Pero jamás pensé que lo decía en serio. ¿Y dices que al final se ha atrevido a hacer eso? ¡Qué fuerte! Y tú aun la rechazas, eso es amor querido hermano, y así se lo agradeces.

No quise oír sus últimas palabras, porque allí mismo le habría arrancado la cabeza. Tampoco oí las de Carlisle pidiéndome un poco de calma. Tan solo salí corriendo en dirección a Forks en un intento a la desesperada de llegar a tiempo. De cerca noté a Emmet siguiéndome e intentando hacerme razonar, en el todoterreno iríamos más rápidos que atravesando los tres estados que nos separaban, y más en la época del año en la que estábamos, a la carrera.

-¡Va Edward! Yo mismo te llevaré en unas pocas horas a Forks, y si es necesario amordazaremos a Rosalie, pero ir así hasta allí es una locura.
-¡Déjame en paz!
-No hasta que entremos en el coche. Nos están esperando, un par de kilómetros al oeste está la carretera, y de ahí directos por la autopista. – llevaba razón, así que cedí.
-Está bien Emmet, pero en cuanto Rosalie abra la boca salto del coche y continúo solo.
-No te preocupes, Carlisle ya le ha advertido. Venga, vamos a la carretera y que nos recojan. Desde ahí llamamos a Alice y hablamos con ella.

Oír a Carlisle hablar con ella, pidiéndole que interviniera y no dejara que Tanya se acercara a Bella me calmó un poco. Y sentado al lado de Emmet que conducía su Jeep como un desquiciado por toda la autopista en dirección a Forks, se me pasaron las horas más lentas de mi existencia. A la mitad del estado de Washington, a tan solo a una hora de Forks, llamó Alice. Bella estaba a salvo en casa. Eso era lo único que me importaba, que ella estaba bien. El resto de la conversación que mantuvo con Carlisle no me importó demasiado. Ni saber que los Quileute habían intervenido en defensa de ella, lo cual por otro lado tendría que agradecérselo, ni tampoco saber de la suerte que había corrido Tanya, pues había caído ante ellos. En otro tiempo eso me habría puesto furioso y habría buscado venganza por matar a mi amiga. Pero dadas las circunstancias, eso era lo que menos me importaba. Si le hubiera tocado un solo pelo a Bella habría sido yo mismo el que habría acabado con ella. Antes de colgar le pedí el móvil a Carlisle, quería preguntarle por ella a Alice.

-Alice, ¿Cómo está?
-Asustada, y con un montón de preguntas para hacerte, pues no ha perdido detalle alguno de todo lo que nos ha pasado.
-Pero ella está bien, ¿Verdad? – insistí.
-Sí, ni un rasguño, no te preocupes. Decía tener un fuerte dolor de cabeza por las emociones vividas, y se ha tumbado en el sofá del salón. Ahora duerme.
-Cuídala, por favor.
-Eso por descontado. Y no tardes, te está esperando.
-En menos de una hora estaremos ahí.

Una hora después Emmet aparcaba su Jeep delante de la entrada principal, al lado del coche de Mia. Entré como un rayo en la casa, su olor me recibió nada más cruzar el umbral, tan delicado y exquisito como siempre. Y tal y como me había dicho Alice, la encontré aun durmiendo en el sofá, con una manta por encima. Caí de rodillas a su lado sin hacer ruido. No me había querido parar a pensar en si le pasaba algo. Pero al verla ahí, durmiendo con ese semblante lleno de preocupación, me vine abajo.

-Te ha estado llamando en varias ocasiones. – El susurro a mis espaldas de Alice me ponía al tanto de su estado.
-Lo sé, suele hacerlo a menudo. – Mi dedo pulgar se paseó suavemente por su entrecejo, fruncido, intentando aliviarlo. Al contacto con mi fría piel se estremeció vagamente. Aparté el dedo de inmediato.
-Está bastante inquieta, creo que deberías de despertarla y llevarla a su casa.
-Sí, será lo mejor. – Suspiré, vaciando de golpe mis pulmones, y volviendo a llenarlos con su aroma. Eso era vida para mí.
-Bueno, aquí no hay nada que ver, mejor los dejamos solos. – Alice puso en marcha a toda la familia, pues estaban a una distancia prudente, observándonos. Cada uno se fue a su lugar, y quedamos solos en el salón. Poca era la intimidad que nos podían dar, pero por lo menos no estarían ahí presentes cuando ella despertase.

-Bella, mi amor, despierta. – La zarandeé levemente cogiéndola por el hombro.
-¡Eh! – Se removió, aun si abrir los ojos.
-Bella, es hora de volver a casa, venga dormilona. – Lentamente fue abriendo sus ojos, y se llenaron de sorpresa al verme a su lado.
-¡Edward! – su reacción me pilló por sorpresa, sin pensarlo saltó del sofá a mis brazos, aferrándose con los suyos a mi cuello, como si en ello le fuese la vida. La agarré fuertemente entre los míos mientras me ponía de pié.
-¿Estás bien? – le pregunté una vez se había tranquilizado un poco. Primero asintió con la cabeza.
-Sí – logró decirme después. No pude evitar besar su frente, necesitaba ese contacto con su piel. – Alice me ha salvado de esa rubia loca, yo…
-No pasa nada, ya no hay peligro alguno. – La interrumpí, no quería que recordara esos hechos. – Vamos, te llevaré a casa.

Volvió a asentir con la cabeza, sin decir nada más. La cogí de la cintura, acercando su cuerpo todo lo que pude al mío, protegiéndola, sintiéndola. Salimos de la casa. La senté en el asiento del acompañante en el coche de Mia, y yo me senté al volante. Apestaba a perro mojado, pero lo soportaría, tenía que llevarla a ella y al coche a Seattle, y dejarla en su hogar a salvo, allí donde ella se sentiría segura, y protegida, siempre por mí.

Al cruzar el pueblo vi a los pestilentes chuchos en los límites de su territorio observándonos. En sus mentes se perfilaban claras amenazas si a ella le pasaba algo, bastante expuesta había estado, primero en manos de la rubia (vi en sus mentes el triunfo de haber podido acabar con ella) y después con las horas que había pasado en nuestra casa. Sin hacerles caso alguno puse dirección a Seattle. Con un poco de suerte Bella no me preguntaría nada, al menos hoy. No la tuve, era obvio que siendo ella, precisamente mi Bella, no lo dejaría pasar tan fácilmente.

-Edward, ¿En qué te has convertido? ¿Qué sois? ¿Y qué son ellos? –preguntó señalando a los chuchos.

2 comentarios:

J.P. Alexander dijo...

Lo dejaste interesante, te mando un beso y te me cuidas.

aras dijo...

de verdad que me as dejado con ganas de mas pero esperare para el siguiente capitulo lo has dejado bastante interesante besos