8/3/12

BUSCANDO UN SUEÑO:28º.- Huyendo de mí





Capítulo 28: HUYENDO DE MÍ


EDWARD



-En un vampiro.

Ya lo había dicho. Ya le había revelado lo que era, un vampiro. ¿Me creería o me tomaría por un loco? Permaneció totalmente callada durante minutos. Yo conducía por la autopista el coche de Mia, a una velocidad prudente, no quería forzar el motor del cacharro. Conforme se iban sucediendo los kilómetros, e iban pasando los minutos, el silencio se iba haciendo cada vez más insoportable. Bella tan solo miraba el asfalto pasar por debajo de nosotros, no había apartado la vista de ese imaginario punto por encima del capó del coche que la tenía hipnotizada. Y a mí me tenía de los nervios. La miraba con el rabillo del ojo, sin apartar la vista de la carretera ni de ella, de su cara, de su expresión o de cualquier movimiento que hiciera. Después de haberle confesado lo que era, confiando en que ella reaccionaría de alguna manera, ver que tal reacción no llegaba me exasperaba. Y venía a ponerle la guinda al pastel el hecho de que precisamente a ella no pudiera leerle la mente. Al salir de la autopista entré en un área de descanso y apagué el motor del coche. Ella ni se inmutó, como si siguiéramos aun por la autopista. Alargué la mano y posándola sobre su hombro llamé su atención dándole dos golpecitos. Reaccionó como si la sacara de un largo sueño.


-Bella, ¿estás bien? –Parpadeó varias veces, saliendo de su letargo, y me miró fijamente.
-… no –Logró contestarme con voz pastosa, negando levemente con la cabeza. Me preocupó.
-Bella…
-¡No, no estoy bien! –Al gritarme la voz se le aclaró. De un manotazo apartó mi mano de su hombro, y explotó. Al fin la reacción que llevaba esperando desde hacía más de una hora–. Me dices que te has convertido en un vampiro. En uno de esos seres de leyendas de los que le chupan la sangre a las personas. Pero lo raro no es eso, lo raro es que he llegado a creerte, porque desde que volvimos a reencontrarnos tu comportamiento ha sido mucho más que raro. Y ahora vas y me sueltas que eres un vampiro. Dime entonces, ¿Por qué no te quemas al estar a la luz del día?
-Eso son mitos, ya has visto cómo brilla mi piel bajo los rayos del sol, por eso evitamos exponernos a ellos.
-¿Cuándo ves un crucifijo o una cabeza de ajos sales corriendo?
-Más mitos. Todo eso son tonterías, no nos afectan en absoluto.
-¿Y también duermes en un ataúd?
-Otro mito. Sencillamente no dormimos.
-¿No duermes nunca?
-No –se quedó mirándome a los ojos, esperando que estallara en carcajadas, y le dijera que todo era una broma. Carcajadas que no salieron de mi boca–. Bella,… –Levanté lentamente mi mano, con intenciones de acariciar su mejilla. Un leve roce que ella no rechazó. Todo lo contrario, agarró con su mano la mía y la apretó sobre su mejilla.
-¿Por qué tu piel siempre es tan fría?
-Recuerda que mi cuerpo murió en el accidente. Ya no circula por él sangre ni fluido alguno que lo caliente.
-¿Y cómo… sucedió?
-En el último momento Carlisle me mordió y…
-¿Él te mordió?
-Sí, pero lo hizo para salvarme de la muerte. Al morder mi cuello el, digamos, veneno entró en contacto con mi sangre, y me convirtió en lo que soy.
-Un vampiro.
-Sí.
-Y te alimentas de sangre.
-Sí –sus ojos expresaron todo el miedo que intentó ocultar en su cuerpo. Su pulso se aceleró junto con su respiración. Pero intentó ocultarlo bajo una frágil fachada de indiferencia. Pasaron unos segundos, ella intentaba procesar toda esa nueva información, y hacer la pregunta correcta.
-O sea, que matas personas para beberte su sangre.
-No exactamente. Mi familia y yo solo nos alimentamos de sangre de animales.
-Pero… ¿Has… matado a alguien alguna vez? –ya no pudo controlar su voz, salió trémula de sus labios, acorde con sus ojos, que seguían llenos de miedo.
-En una ocasión estuve a punto de matar a un desgraciado que intentaba forzar a una chica, pero no llegué a matarlo, no pude –no más engaños de mi parte, no ahora que ya sabía la verdad, así que fui todo lo sincero que pude. Eso sí, se lo diría todo lo sutilmente que pudiera.
-¿Y la chica?
-Salió huyendo de mí, más aterrorizada por su salvador que por su agresor.
-Entonces es cierto, eres un vampiro.
-Ven, no tengas miedo –la agarré del brazo y la acerqué a mí con intenciones de apoyar su cabeza en mi pecho. Durante unos instantes me miró dudando, pero al final cedió, y dejó que yo apoyara su cabeza en mi pecho, concretamente su oído sobre mi corazón–. ¿Oyes algo? –permaneció así durante unos segundos, y como impulsada por un resorte, se separó bruscamente de mí. La expresión de sus ojos lo decía todo. Al fin lo había comprendido.
-¿Y todavía quieres que esté bien después de todo lo que me acabas de confesar? ¿Después de todo lo que he tenido que pasar todo este tiempo?
-Cari yo…
-No Edward, no me vengas ahora con excusas. Por favor llévame a casa.
-Por supuesto que te llevaré a casa, estamos a las afueras de Seattle. Pero por favor déjame explicarte antes. No debes de temer nada de mí,  jamás te haría daño alguno.
-No te tengo miedo, no a ti. Pero sí a todo lo que te rodea. No tienes ni idea de lo que he vivido esta mañana.
-Alice me lo ha contado todo.
-Si no llega a ser por ella, no sé qué me habría pasado en manos de la rubia loca esa. También es una vampira, como todos vosotros, ¿verdad?
-Tanya ha recibido su merecido. No tienes que temer nada más.
-El profesor Uley me advirtió hasta la saciedad de vosotros. Él sabe lo que sois, y sabe que corro peligro.
-No mi vida, junto a mí no has de temer a nada –la voz me temblaba por las emociones que estaba despertando en mí, principalmente el miedo. Miedo a perderla. Eso era lo que mi muerto corazón estaba empezando a sentir, que la estaba perdiendo por mi maldita naturaleza–. Yo te protegeré de todo lo que intente hacerte daño. Y ahora que sabes la verdad no me voy a separar de ti nunca más.
-¿Y quién me protegerá de ti? –ahí estaba la puntilla que ya empezaba a vislumbrar entre sus palabras. Me tenía miedo.
-Pero cari, yo no…
-¡Edward no! –me cortó tajantemente–. Necesito tiempo para asimilarlo. Quiero que me lleves a casa y me dejes sola.
-Está bien, pero no me voy a alejar mucho de ti, ya no puedo. No quiero que te pase nada malo, no podría soportarlo.
-Llévame a casa por favor, estoy muy cansada, me duele la cabeza.
-Como quieras, pero no me pidas que me aleje de ti, te necesito –no iba a dar mi brazo a torcer, no ahora que la había recuperado después de todo lo que nos había tocado vivir.

Arranqué el motor del coche y cogiendo su mano entre la mía, que ella no rechazó, salimos del área de descanso en dirección a la ciudad. Ninguno de los dos dijo nada más en todo el camino, a pesar de que yo me moría de ganas de acunarla entre mis brazos, hacerle ver que estaba a su lado y que no la iba a abandonar nunca más.
A unas pocas manzanas de su calle el móvil me sonó, estábamos parados en un semáforo, en silencio, así que lo cogí. Era Carlisle.

-Dime Carlisle.
-¿Has dejado ya a Bella en su casa?
-Aun no, pero en unos minutos llegaremos.
-Bien. En cuanto la dejes debes volver, hemos de hablar de todo lo que ha pasado esta mañana aquí. La muerte de Tanya a manos de los Quileute nos puede traer consecuencias muy graves.
-¿Consecuencias?
-Sí. En cuanto su familia se entere de lo sucedido vendrán a pedirnos explicaciones.
-Ella se lo buscó.
-Lamentablemente eso no será excusa para sus hermanas.
-Para mí es suficiente.
-Edward por favor, ven en cuanto dejes a Bella a salvo en casa.
-En cuanto pueda iré.

Colgué el móvil a la misma vez que el semáforo se ponía en verde, y reanudé la marcha. Ella había estado atenta a la conversación, mas no me preguntó nada.
Conforme nos íbamos acercando a su edificio, empecé a oler un desagradable y familiar tufo a perro mojado. Al girar la esquina de su calle, en el portal del edificio estaba Mia esperándonos, con su novio. En su cabeza pude ver lo que para él suponía un triunfo, el haber llegado el primero, y coaccionar a Mia para ponerla en contra de mí. El chucho se las había ingeniado para contarle que en la mañana Bella había sido atacada por mi novia, y estaba en estado de shock. Tuve que controlarme sobremanera para no salir del coche y arrancarle de cuajo la cabeza al chucho engreído. Pero lo peor estaba por llegar con la reacción de Mia. En cuanto paré el coche se abalanzó sobre la puerta de Bella, la abrió y casi gritando le preguntó cómo estaba mientras tomaba su pulso en su muñeca, y posaba la mano sobre su frente.

-¡Bella! ¿Estás bien? –volvía a tomar su pulso, esta vez en su cuello.
-Sí Mia, no es nada.
-¿No es nada? ¡Estás pálida y helada! –le gritaba mientras intentaba que entrara en calor frotando las manos sobre los brazos de Bella.
-Sabes que la calefacción de tu coche no va.
-Este frío no es de eso. Anda vamos para casa, allí te haré entrar en calor, seguro que no has comido nada en todo el día –la ayudó a salir del coche, como si fuera una anciana de ochenta años. Bella se resistió ante tanta atención, le molestaba esa reacción tan exagerada de Mia.
-Ya puedo yo sola, no me agobies Mia –antes de que Bella pudiera incorporarse, Mia me miró, con los ojos desorbitados, amenazándome si se me ocurría acercarme a Bella. La amenaza al fin salió de su boca.
-Y tú –me dijo, dirigiéndose ya abiertamente a mí–, no te vuelvas a acercar más a ella, o lo lamentarás. Estoy harta de los tíos como tú que se creen con derecho para jugar con nuestros sentimientos. Eres un capullo redomado. No te vuelvas a acercar a ella, o Jacob te dará tu merecido. Estás avisado. Y ahora saca tu maldito culo de mi coche y desparece de mi vista. ¡Ya!

Si hubiera tenido sangre corriendo por mis venas ésta habría hervido hasta consumirme allí mismo en un solo minuto. Pero toda esa rabia, toda esa furia que me recorría el cuerpo me la tragué, sobre todo por no darle el placer al malnacido chucho de verme en ese estado. Éste reía internamente, regodeándose de su victoria. Al fin había logrado su propósito de alejarme de Bella. A una distancia prudente, pues veía en la mente de Mia unas claras intenciones de abofetearme si me acercaba a Bella, y lo malo no sería eso, sino la reacción del pestilente chucho; vi cómo Bella entraba en el edificio escoltada por sus dos guardianes.

-¡Cari luego te llamo!

No pude evitar gritarle, pues al ver cómo la alejaban de mí, sentía morir una gran parte de mi corazón, que parecía querer escapar de mi pecho para correr a su lado. Ella, con la mirada cansada y perdida en el suelo, se dejaba llevar al interior del edificio. Mia se giró bruscamente hacia mí, su mirada lo decía todo: “Ni lo sueñes, no la dejaré coger esa llamada”. El chucho era más explícito, le hubiera gustado que me acercara y tener una excusa para enfrentarnos. De sobra sabía que si trepaba a la azotea él lo aprovecharía buscando ese enfrentamiento. Así que muriéndome de ganas por estar con ella, me tuve que rendir a la evidencia, ahí estaría a salvo, incluso de mí como ella misma me dijo antes; y yo tenía que volver a casa urgentemente. Iría a casa, y en cuanto hubiéramos resuelto los problemas con el aquelarre de Tanya, volvería, con la esperanza de que para ese entonces el maloliente chucho ya no estuviera aquí, y por lo menos pudiera subir a la azotea. Resignado me encaminé tristemente hacia el bosque que se extendía más allá de los extrarradios de la ciudad, y allí, ya a mi velocidad natural, puse rumbo a Forks.

 Los ánimos estaban bastante crispados cuando llegué a casa, sobre todo por parte de Rosalie, pues Tanya era una de sus mejores amigas, y estaba dispuesta a avisar al aquelarre de Denali y ayudarles a acabar con toda la tribu Quileute. Según ella, si había un culpable de todo esto era yo, por no aceptar a Tanya en su momento, y olvidar a mi novia de cuando era humano. Cuando entré en el salón donde estaban todos, se hizo el silencio, a pesar de que me habían detectado minutos antes. Todos me miraron, y fue Rosalie la primera en hablar.

-¡Vaya! El hijo pródigo se ha dignado a aparecer.
-¡Rosalie! –intentó retenerla verbalmente Carlisle.
-No me pienso callar todo lo que tengo que decirle, pues por su culpa Tanya ha muerto, y sus hermanas se van a poner furiosas con todos nosotros en cuanto se enteren.
-Él no sabía los planes de Tanya para venir a intimidar a Bella –Alice salió en mi defensa–. Si tú lo hubieses dicho, tal vez hubiéramos podido detenerla sin que llegaran a mezclarse los chuchos.
-¡Ya Saltó la sabelotodo!
-Rose, cálmate, no la tomes ahora con Alice –Jasper intentaba tranquilizarla, por activa y por pasiva.
-¡No puedo creer que os lo estéis tomando tan a la ligera! ¡Es a Tanya a quien se han cargado esa manada de sacos de pulgas! Tanya, nuestra hermana de Denali. Y no vais a hacer nada en contra de sus asesinos.
-Ella tomó la decisión de atacar a Bella, sabía a lo que se exponía, tenía que haber medido todas las consecuencias –Carlisle intentaba razonar con ella.
-¡Pero la emboscó en nuestro territorio! Ellos no podían cruzar la frontera.
-Técnicamente no la cruzaron –Aclaraba Alice–, fui yo quien la detuvo en el último momento. Tanya no la dejó adentrarse en nuestro territorio de ansiosa que estaba por acabar con ella. Y en cuanto cruzó la frontera, la atacó. Al verse acorralada huyó por zona neutral, y allí fue donde ellos le dieron caza.
-Los Quileute no han llegado a romper el tratado, pues Tanya no era una Cullen, y no acabaron con ella en nuestro territorio –sentenció Carlisle.

Todos quedamos en silencio, mirándonos. Rosalie no había dicho su última palabra aún, y si nosotros no tomábamos venganza, haría venir a los de Denali y los ayudaría a exterminar a los Quileute. Lejos de contestarle, preferí mantenerme callado. Conocía la postura inflexible de Carlisle, y él jamás permitiría eso, sobre todo porque sería una injusticia.
En ese incómodo silencio, mientras miraba cómo Emmet intentaba abrazar a Rosalie para calmarla y contenerla un poco, en la mente de Alice vi cómo se iba formando una de sus visiones. Aparté la vista de Emmet y Rosalie para fijarla en Alice. Sus ojos fijos en un punto invisible a escasos metros de ella, el cuello rígido, y su mano cogida con firmeza por Jasper, que conocía a la perfección los preludios a cada visión que ella tenía. Y aunque no era un proceso para nada doloroso ni traumático para ella, él siempre que podía le cogía la mano, haciéndole saber que estaba a su lado.
Al principio no se distinguía nada en concreto, pero poco a poco fue tomando forma, entre blanquecinas nebulosas que rodeaban siempre sus visiones, una maleta donde una figura femenina, esbelta, iba amontonando precipitadamente la ropa. La figura femenina fue tomando forma, y poco a poco fue apareciendo la imagen de Bella. De pronto detrás de ella apareció la imagen de Mia metiéndole prisa, y justo cuando un manchurrón oscuro, borroso, aparecía detrás de Mia, la visión se disipó en la nebulosa, esta vez de colores oscuros que nada bueno presagiaban para mí. Alice parpadeó varias veces y me miró. No quise decir nada, ni especular sobre esa visión temiéndome lo peor; preferí que fuera ella la que hablara en primer lugar, interpretándola.
El resto de la familia ya sabía de qué iba la movida, y dejando a un lado el asunto de Tanya, permanecían a la expectativa sobre esa visión. No sabían de qué iba, ese privilegio con las visiones de Alice tan solo lo tenía yo, siendo capaz de verlas formarse en su cabeza. Sin apartar la vista de mis ojos, no se atrevió a decirlo en voz alta. Simplemente lo pensó tan solo para mí.

-“Se va” –eso fue lo único que me dijo con sus pensamientos.
-¿A dónde? –me acerqué a ella a la velocidad de la luz, suplicándole que me diera un sito donde ir a buscarla.
-No lo sé. Estaba todo muy borroso. La cercanía del chucho ha interferido, provocando esa imprecisión.
-¿Qué ha pasado? –La voz de Carlisle quiso imponerse sobre mi angustia, pero yo ya corría hacia la puerta en dirección a Seattle para impedir que Bella se alejara de mí. Dos potentes brazos me atraparon justo en el porche, bloqueándome en mi carrera. Intenté soltarme, pero entonces fueron cuatro brazos más los que me sujetaron.
-Edward debes dejarla ir –Carlisle era el que me sujetaba por los hombros, más para hacerme entrar en razón que para pararme.
-Soltadme, no pienso perderla ahora que la he recuperado.
-¿Estás seguro de eso? –la pregunta de Carlisle me dejó fuera de juego–. Si realmente la hubieses recuperado no huiría de ti.
-Pero…
-¿Es que no lo entiendes? Después de todo lo que ha tenido que vivir hoy, incluida tu confesión sobre lo que eres, debes darle tiempo, y espacio.
-Sois vosotros los que no lo entendéis. Ese chucho pestilente le habrá hecho un lavado de cerebro metiéndole en la cabeza toda clase de injurias sobre nosotros. He de hablar con ella, y si después quiere alejarse de mí, no se lo impediré.
-Esto no funciona así hijo. Si la presionas ahora, la perderás para siempre. Has de darle tiempo.
-¡No la voy a dejar ir así! ¡Soltadme!
-Lo siento, pero no te vamos a soltar hasta que no te tranquilices y entres en razón.

Tenía bien claro que no me iban a detener, así se me echaran todos encima. Bastaba cualquier resquicio de duda en sus mentes para poder aprovecharlo y soltarme de ellos. Así que durante unos minutos luché contra ellos con todas mis fuerzas. De un codazo logré soltarme de Emmet mientras se entretenía unas décimas de segundo mirando a Rosalie. Di un tirón y liberé una de mis manos, y justo cuando ya me veía triunfante, corriendo velozmente por el bosque hacia Bella; una visión de Alice me dejó clavado en el suelo, que ellos aprovecharon para echárseme nuevamente encima y reducirme. La visión de Alice me dejó petrificado, y apenas si fui consciente del placaje. Entre la nebulosa blanquecina que la rodeaba, me vi enfrentándome verbalmente con el chucho en lo que parecía el aeropuerto. La gente se arremolinaba a nuestro alrededor, y para evitar que llegásemos  a las manos Bella y Mia se interponían entre nosotros. Lo que vi, que fue lo que me dejó clavado en el suelo fue el chucho temblando, la mirada desbocada, llena de ira, y unas enormes zarpas derribándolas de un empujón. El mismo manchurrón oscuro de la visión anterior lo disipó todo en un segundo. Busqué con la mirada a Alice, ella ya me estaba esperando.

-Ya lo has visto, no la van a dejar sola y ese es el final si ahora te presentas allí buscándola. Déjala ir Edward –mi cuerpo tembló ante la sola idea de perderla. El miedo se había apoderado de mí.
-Pero –dudé unos segundos antes de hacerle la pregunta, con la esperanza de que pudiera darme una respuesta convincente–, ¿y si no vuelve?
-Ella te quiere, yo lo sé, y tú también –fue Jasper quien me contestó, soltando mi cintura al ver que al fin había comprendido la situación. Emmet y Carlisle le imitaron–. Volverá.

1 comentario:

aras dijo...

de verdad que me daban ganas de desgreñar a esa mia por metiche y a jacob no se diga, esperemos que entre en razon bella estupendo capitulo besos