21/3/12

BUSCANDO UN SUEÑO:31º.- Sangre

(Esta entrada de hoy va con especial cariño para el pueblo mexicano)


Capítulo 31º: SANGRE



BELLA

El cuerpo de Jacob era pura adrenalina, cada uno de sus músculos temblaba como poseídos por un terremoto interno, que se iba acrecentando conforme esos dos individuos se nos acercaban. Él era un tipo alto, rubio, barbilampiño, el pelo ni corto ni largo. Un cuerpo escultural, fibrado, se escondía debajo de sus desgastadas ropas. Increíblemente atractivo a pesar de la palidez de su piel, aunque con un algo que le daba ese toque de peligro, que a muchas chicas volvería locas. Ella era más baja, pero igual de hermosa. Su cara enmarcada por una maraña de cabellos color del fuego, largos, ondulados, y a pesar de llevarlos cada uno por su lado, le daba un toque sensual con el que la gran mayoría de chicos no podría evitar caer en sus redes. Pálida también, con un cuerpo bien contorneado, con cada curva en su sitio. No pude evitar compararlos con Edward y la familia Cullen, salvo por el terrorífico color de sus ojos escarlatas. Porque sí, en unos instantes llegué a la conclusión de que eran como los Cullen, vampiros. Pero algo en mi interior me decía que no eran exactamente como ellos, como Edward. Si él se hubiese presentado ante mí con esos ojos inyectados en sangre, habría salido corriendo de su lado.
Se detuvieron a la mitad de la distancia que nos separaba, estudiándonos uno por uno. Una sonrisilla de suficiencia se dibujó en la cara de ella, se le notaba más osada e impaciente que él, quien sin apartar la vista de Jacob, midiendo sus fuerzas, no dejaba de olisquear el aire.

- ¡Mmmm! Bocatto di cardinale. ¿La sientes querida? Se me hace la boca agua –hablaba con ella, como si nosotros no fuésemos personas, sino animales incapaces de entender lo que decían–. Me la pido, tendrás que conformarte con la otra.
- Primero tendremos que deshacernos del lobo –le contestaba ella, sin apartar la vista, recelosa, de Jacob–. ¿Lo has olido? Huelen incluso peor de lo que me habría imaginado –su cara se perfilaba con una mueca de asco.
- Sí. Un hombre-lobo en Denver, quién nos lo iba a decir. Toda una sorpresa, pues creía que eran tonterías de leyendas. Nuestros eternos enemigos, ¡Ja! Pero así su sangre –me miró por primera vez a mí, clavándoseme en el alma aquellos ojos rojos, no humanos, con hambre y deseo. Por primera vez sentí miedo realmente, cruzándome por todo mi cuerpo un súbito escalofrío–, sabrá mejor.
- Yo quiero cargarme al lobo, así sabrá Laurent con quién se juega los cuartos la próxima vez. Después me da lo mismo una que otra.
- Te ayudaré querida, y después nos daremos un festín de reyes.

Todo sucedió muy rápido. Los vampiros estaban delante de nosotros hablando tranquilamente de su desayuno, y de repente sus cuerpos se convirtieron en dos borrones que se acercaron a nosotros a la velocidad de la luz. Apenas si los pude seguir, no a ellos si no a su estela. Pero más raro fue lo de Jacob. De un salto, en pleno vuelo y en unas décimas de segundo su cuerpo explotó, dando paso a un enorme lobo de pelo oscuro, gruñendo como si en ello le fuera la vida. No pude ver nada más, Mia me cogió en un arrollador abrazo y del empujón me tiró al suelo con ella encima. Mi sudadera se enganchó a un alambre suelto de la valla metálica que rodeaba el jardín botánico, y el mismo alambre rasgó también mi piel, haciéndome un leve rasguño, pero lo suficiente como para hacerme una insignificante herida que de inmediato empezó a sangrar. Me llevé la mano a la herida, y ya solo recuerdo que me abracé al tembloroso cuerpo de mi amiga, mientras a mis oídos llegaban desgarradores aullidos, gruñidos, alaridos lastimeros, gritos y extraños sonidos metálicos, de cuerpos pesados chocando y esquirlas de metal desgarrándose. Y entre toda aquella batalla me pareció oír la voz que más añoraba del mundo entero, en un bronco tono por encima de todas las demás, dejando en el aire un potente ¡NOOOO!

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EDWARD


Si mi muerto corazón hubiese estado vivo, se habría parado de golpe al oir las alegres palabras de Bella anunciando a sus acompañantes que iban al jardín botánico de Cheesman Park. Iniciaron la carrera, y yo me quedé estático en mi improvisada atalaya sin saber qué hacer.
No podía seguirlos, tarde o temprano el chucho acabaría por descubrirme, y eso era lo último que quería. Bueno, lo último que quería era que Bella se cruzara en el camino de los dos vampiros. Mientras se alejaban aproveché la dirección del viento y cambié de posición para no perderlos de vista. Tenía que pensar rápido y actuar aún más rápido. Ya había decidido adelantarlos y ponerme delante y avisarlos, aunque me costase una pelea con ellos, y con ella; cuando una segunda opción se abrió paso en mis pensamientos. Buscaría a los dos vampiros y los vigilaría en prevención de que de forma alguna se pudieran acercar a ellos. No me gustaba la idea de alejarme de ella y dejarla en manos de un licántropo inexperto e inestable, pero era lo mejor si no quería que me descubrieran aquí, espiándola. Le eché una última mirada a Bella, ella corría despreocupadamente entre bromas y risas, y desviándome a la derecha, siempre oculto ante Jacob, me dirigí rápidamente hacia el parque.
Llegué en apenas unos minutos, y en otros tantos di con el rastro que buscaba. Esta vez era más reciente y se dirigía al norte, habían cambiado de dirección. Empecé a preocuparme mientras lo seguía, concentrado, dejándome llevar por puro instinto hacia aquellos dos vampiros que casualmente andaban cerca de Bella. El rastro giraba bruscamente en la dirección que menos me convenía, hacia el jardín botánico. Un fiero instinto de protección sobre lo mío me cegó por completo, y casi sin ser dueño de mi cuerpo, éste aceleró el paso como nunca antes, y me lancé bosque a través, desesperadamente hacia los dos vampiros, temiéndome lo peor. Sus mentes se abrieron de golpe ante mi don, y toda la rabia que llevaba en mi interior explotó por todo mi cuerpo, haciendo que éste fuera aún más veloz. No necesitaba recrearme en sus conversaciones ni en las imágenes de un tembloroso Jacob protegiendo torpemente a dos chicas muertas de miedo. Con saber de sus deseos por la sangre de mi Bella me bastaba.
Todo se desarrolló muy deprisa, tanto que para un humano normal apenas si habrían pasado unos pocos segundos en el transcurso  de la pelea. Ni Bella ni Mia fueron realmente conscientes del peligro en el que habían estado. Ni tan siquiera el lobito feroz, que me decepcionó con sus pensamientos previos al ataque de los dos vampiros, sabía al peligro al que saltaba mientras su compulsivo cuerpo se transformaba en un inmenso y torpe lobo. Yo fui el único que conocía realmente el modus operandi de aquellos dos vampiros, y el modo en el que ya tenían planeado el ataque. Era tan sencillo como brutal. Entre los dos atacar al lobo, que caería en un fuego cruzado, y después repartirse el botín, una cada uno, Bella para él.
Iniciaron el ataque en el mismo momento que yo saltaba sobre ella, que había quedado rezagada, anunciando mi participación en la batalla con un espontáneo ¡NOOOO! Arrancado de mi garganta. Jacob ya había planeado atacarlo a él, siempre siguiendo el instinto de atacar al más peligroso en primer lugar. En el último momento no sé cómo ella pudo esquivarme, y ante una mala maniobra fui yo quien cayó en sus brazos, derribándome estrepitosamente contra el suelo. Jacob tuvo más suerte y pudo evitar el ataque, haciendo presa sobre su cabeza, mas no logró arrancársela. Ya estaban todas las cartas sobre la mesa, una vez los vampiros se sobrepusieron rápidamente de la sorpresa ante mi presencia. Éramos un dos contra dos, las fuerzas equilibradas y los equipos bien definidos. La pelirroja no tardó mucho en atacarme nuevamente aprovechando que yo aún seguía en el suelo. Esta vez la esquivé, y cuando estaba ya preparando mi ataque definitivo sobre ella, viendo que el chucho estaba en serios aprietos, un perturbador olor nos paralizó a los tres vampiros momentáneamente.
El irresistible olor de la sangre y su llamada a los de nuestra especie. Un olor que reconocí en el acto, removiendo todo mi ser por dentro a la vez. En mi pecho se juntaron el amor incondicional y puro junto con mi acallado monstruo que pedía, una vez más, ese prohibido elixir que el corazón de mi Bella bombeaba a través de su frágil cuerpo. Dejé campar a sus anchas al monstruo por una vez, y reclamando lo que era suyo, se revolvió fieramente contra la pelirroja, la empujó, y antes de que tocara el suelo su cuerpo, ya lo había hecho su cabeza, varios metros más allá. Mis ojos, oscuros por la sed de su sangre derramada, mi sangre, mi preciado alimento, fijaron ahora su objetivo en el vampiro, contenido a duras penas por el lobo. Ninguno de los dos se había dado cuenta de que la pelirroja había caído. Así que, empezando a dominar a mi monstruo, porque si no sabía que acabaría dando muerte al lobo y tomando la sangre de ambas humanas, me dirigí a por el vampiro. Me vio encima de él demasiado tarde, entretenido como estaba por tener al lobo acorralado. Con un solo movimiento agarré su cabeza y la separé de su cuerpo, cayendo éste postrado ante las patas del lobo.
Con la cabeza aún entre mis manos nuestras miradas se cruzaron, destilando el odio y el rencor en ambos. Él tal y como le habían enseñado ante un vampiro, a pesar de que éste le hubiese salvado su miserable existencia. Yo por la huida que segundos antes había trazado, dando paso a la traición. El monstruo clamaba su sangre también. Sabía perfectamente todo lo que había pasado por su cabeza. Su amor incondicional por Mia era tal, que durante unos momentos, antes del ataque, había estado barajando la idea de cogerla en brazos y, dejando a Bella como señuelo, salir de allí. No sabía ya si por falta de tiempo o por la negativa que recibiría de Mia, no pudo llevarlo a cabo. Para mí aquello era razón más que suficiente para acabar allí mismo con él. Pero tenía otras cosas más urgentes que hacer, como enterrar nuevamente a mi monstruo, y ver el estado en el que se encontraba Bella.
Tiré la cabeza del vampiro a un lado, lejos del cuerpo, y dejé al chucho traidor  a un lado, aun jadeando intentando recuperar el aliento, para acercarme a Bella; cuando él movió su pesado cuerpo tapándome el paso. Un sordo gruñido salió de su pecho, sus ojos cargados de odio me avisaron de que no me acercara a ellas, pero los míos mostraban determinación, y acusatoriamente lo enfrenté.
- No eres el más adecuado para defenderla, cuando hace unos momentos pensabas abandonarla aquí a su suerte delante de esos dos –señalé con la cabeza, sin perderlo de vista, los cuerpos descabezados de los dos vampiros–, y huir con tu novia en brazos.
El odio se transformó en sorpresa, y sin esperar a que reaccionara, lo rodeé y me fui acercando paulatinamente a ellas. El penetrante olor de su sangre, fresca, llamándome para que la tomara ahí mismo, aun flotaba en el aire. Pero pensar en lo cerca que había estado para perderla, me hizo poder ponerle algo de razonamiento a mis impulsos, y dominándome, una vez más, me arrodillé ante ella. Mia quiso hacer un gesto de rechazo ante mi presencia, pero la voz de Jacob detrás de mí la detuvo. Había recuperado su forma humana, aun jadeante, mientras buscaba algo de su ropa que le sirviera para tapar su cuerpo, con una de sus manos en la zona lumbar, ahí donde momentos antes el vampiro de había propinado un buen golpe.
Mia se apartó de encima de Bella, y me encontré con sus hermosos ojos, llenos de lágrimas, fiel reflejo del miedo que había pasado, buscándome. Sabía de mi presencia. Caí de rodillas ante ella, mientras se incorporaba y se lanzaba a mis brazos. De pasada vi un desgarrón ensangrentado en una de las mangas de su sudadera. Temí lo peor, que mi monstruo interior enloqueciera con su sangre, fresca, tan cerca de mí, y no pudiera controlarlo. Pero el efecto que hizo el sentir su urgencia por estar entre mis brazos, lo dejó fuera de juego. ¿Había logrado desterrar por fin de mí mi parte inhumana? Eso quise creer mientras ella se agarraba fuertemente a mi cintura con sus temblorosos brazos, y apoyaba su cara en mi pecho, limpiando sus desconsoladas lágrimas en mi camiseta. Fue tan fácil rodearla con mis brazos y consolarla, acunarla e intentar tranquilizarla mientras hundía en su embriagador cabello mi rostro, buscando una vez más su efluvio, que tanto bien me hacía; que por unos momentos lo olvidé todo.
Solo sentía entre mis brazos el calor corporal, tan agradable, de mi Bella. Sus lágrimas ya habían empapado la tela de la camiseta y mojaban impunemente mi piel. Sus aromas me envolvían, extasiándome. La fragancia de su suave piel revuelta con la de su champú de fresas. Su aliento con un lejano toque a café y más allá la fragancia misma de su femineidad, y el inconfundible olor de su sangre. Cerré los ojos, emborrachado por todos esos aromas, sintiendo su piel pegada a la mía, e instintivamente la separé de mí, buscando sus labios. No sé cómo reaccionó ella realmente, porque ya no era yo quien manejaba mi cuerpo, solo sé que devoré sus labios con los míos, invadí su boca con mi lengua, y buscando un poquito más, mi boca fue bajando, deleitándose dulcemente con el sabor de su piel, a lo largo de su cuello, buscando el pulso de su vena a un lado de su garganta. Y justo cuando la encontré, localizada ya con la punta de mi lengua, justo cuando mis labios se iban retirando lentamente, dejando paso a mi dentadura; abrí los ojos de golpe.
La solté bruscamente y me alejé de ella. El monstruo se retorcía en mis entrañas, estrangulándome por dentro al haber estado tan cerca de su premio y en el último momento haber fallado. Me golpeé con el puño cerrado varias veces, sacando mi frustración y acallándolo. ¡Había estado tan cerca de perderla entre mis brazos, y por mi culpa!
- Edward, ¿Qué pasa? –ella no entendía nada. No había sido consciente del peligro al que había estado expuesta entre mis brazos. Se levantó del suelo, buscándome.
- No pasa nada cari –le mentí, dándole la espalda–, es solo el,… olor de tu sangre.
- ¡Oh! Vaya, yo,… lo siento –no sabía hasta qué punto su sangre me atraía.
- No importa. Mia quiere echarle un vistazo a esa herida, déjala hacer –así lo había visto en sus pensamientos. Se acercó a Bella y le cogió con cuidado el brazo, ella era mucho más consciente del peligro. Estaba al tanto de todo, conocía las verdaderas naturalezas de Jacob y mía.
Levanté la cabeza y mis ojos se cruzaron con los de Jacob. El odio antes reflejado en ellos se había convertido en lástima. Y así lo manifestaban sus pensamientos: “Pobre diablo, ha tenido que exponerla a sus propios colmillos para darse cuenta del peligro que es para ella”, pensaba sin quitar sus negras pupilas de mí, tal vez dispuesto a pararme si volvía a intentar morderla. Acababa de demostrar lo que tanto había pensado en el aparcamiento de la universidad la noche que leí su carta. Una más que sobrada demostración de que a mi lado corría un serio peligro de muerte. Los pensamientos de Jacob se iban hilvanando con los míos: “Así se lo advertimos miles de veces a ella. Lo mejor sería que te alejaras, que la dejaras”. Le aguantaba la mirada, lleno de remordimientos, asintiendo levemente con la cabeza.
- Así lo voy a hacer. Ciudad de ella, por favor.
Le susurré de tal forma que tan solo pudiera oírme él. Jacob me miró extrañado, pero no le di opción a que me preguntara. Me di la vuelta, dispuesto a hacer lo más difícil que haría en toda mi existencia. Dispuesto a despedirme de ella, y alejarme, matando con ello mi ya muerto corazón. Cambié la expresión de mi rostro en absoluta indiferencia, mis ojos se tornaron duros, oscuros, y controlando mi voz, sin querer acercarme más a ella por miedo a no poder separarme, me despedí.
- Bella –esa sería la última vez que mis labios pronunciarían su bello nombre–, no podemos seguir con esto, es una auténtica locura. Yo soy un vampiro y tú una simple mortal –podía oir cómo su corazón se iba resquebrajando, como el mío–. Ahora pertenecemos a mundos distintos. No quiero seguir contigo. Es lo mejor. He de irme –cuanto antes lo hiciera, cuanto antes terminara de suicidarme y me marchara, sin opciones a darle esperanzas, mejor sería para ambos–.  Adiós.
No quise darle opción a réplica alguna, giré en dirección contraria y salí corriendo todo lo rápido que mis piernas me permitieron. No quería oir su llanto, anunciado por unas mudas lágrimas que ya caían libres por sus mejillas. No quería oir sus palabras de súplica, sus labios llamándome en la inmensidad del parque. No quería ver su corazón roto nuevamente por mí.

Esta vez fui yo quien salió huyendo de allí. Huyendo de mí mismo, porque no quería ser yo quien acabara con su vida por amarla tanto.

1 comentario:

aras dijo...

hay dios que capitulo de verdad muy bueno ese jacob que quererse ir con mia y dejar a bella sola para que se la cenaran si sera, estupendo capitulo besos