Si te gustaría participar, aún estás a tiempo de hacerlo. Y este reto es de los que apetecen, pues es como el redbull (en mi blog se pueden decir marcas) te da aaaaaaalas!!!!
Entra aquí y mira de qué va:
http://elclubdelasescritoras.blogspot.com.es/2012/06/nuevo-reto-con-estas-pautas-crea-un.html
EL CLUB
Su
cuerpo se estremeció, tensándose más aún las cuerdas que lo aprisionaban,
marcando su desnuda piel. Una decena de chicas lo observaban detrás de sus
portátiles, y él simplemente se avergonzó de la situación. No había ido hasta
allí para eso, pero por su amor haría lo que fuera, hasta posar desnudo y atado
para un grupo de artistas locas, entre ellas Caroline, su chica. Pero con lo
que no contaba era con una de ellas empuñando un hierro de marcar ganado al
rojo vivo, acercándosele. No temas cariño,
esto sellará nuestro amor para siempre, le susurró Caroline al ver aproximarse
a su cuerpo la punta del hierro incandescente. Un sonido, apenas un lamento,
gutural se le escapó entre los labios cuando sintió sobre su pecho el calor que
lo marcó sobre su corazón, en señal del amor que le profesaba. Y justo antes de
perder el conocimiento, la vio a su lado, observándolo con cara de satisfacción.
Minutos después Roberto abrió los ojos al sentir el alivio de algo fresco sobre
la herida. A su lado encontró a la loca que portaba el hierro, que lejos de
reconfortarlo, lo miró con una mezcla de odio y deseo, que no alcanzó a
comprender. Estaba agotado y el pecho le dolía horrores. Levantó la cabeza y
vio sobre su piel dos letras marcadas a fuego, una C y una E. eran las
iniciales de su chica. Sonrió. Se dejó llevar nuevamente por las brumas de la
inconsciencia sabiendo que lo había aceptado, y que ya jamás podrían separarlo
de ella.
Despertó
de un pesado sueño envuelto en sábanas de seda negra. El contacto con su cuerpo
desnudo pronto hizo reaccionar a su parte más viril. No sabía dónde estaba,
pero eso no le importó a la hora de llevarse la mano a su excitado miembro para
aliviarse. De pronto una mano enérgica lo paró antes de poder agarrarse.
-¡No
puedes hacer eso! Tu cuerpo ahora pertenece al Club. Sin permiso no puedes ni
rascarte.
-Pero,…
¿Qué…?
En
la habitación resonó una soberana bofetada, que terminó de despertarlo. Se
incorporó rápidamente sobre la cama, pero un agudo dolor sobre su pecho lo paró
en seco.
-Quédate
en la cama unas horas más, aún no estás recuperado.
Roberto
miró a su interlocutora por primera vez, notando en el ambiente su poder. No
era solo su presencia y fuerza, era algo más que traspasaba los sentidos,
haciendo que su alma se encogiera, buscando su protección. Y eso era algo
inverosímil para él. ¿Un hombre buscando
la protección de una mujer? Sacudió su cabeza para alejar esas tonterías,
fijando la vista en ella. Era la mujer más hermosa que jamás había visto. Alta
y estilizada, con un vestido negro que se amoldaba a cada una de sus curvas a
la perfección. Sus cabellos caían en cascada sobre sus hombros, rivalizando el
tono negro azulado con el brillante del vestido. Sus ojos eran fiel reflejo de
su alma. Dulces a la vez que fríos y distantes. Llenos de fuerza y
determinación.
-Te
lo voy a dejar pasar porque eres nuevo aquí, pero la próxima vez que me mires
así pagarás la ofensa con tu vida –Roberto tardó más de lo que quiso en apartar
la mirada de ella, a pesar de la advertencia–. Ponte esto, es un kilt, ¿sabes
cómo se pone? –Asintió, intimidado por la mujer–. En tres horas has de
presentarte abajo en el salón. Dúchate y quítate ese olor a macho cabrío que
desprendes. En el baño hay jabón y perfume, úsalos. Eres la última adquisición
del Club, el presente que Caroline nos ha traído, y todas van a querer
conocerte.
La
deidad morena, que había permanecido sentada al borde de la cama, se incorporó
elegantemente, y sin decir nada más salió de la habitación, echándole una
última mirada, esta vez con deseo. Tres horas más tarde y casi después de haber
permanecido una debajo del chorro del agua fría, pensando en dónde se había
metido, Roberto bajó las escaleras principales hasta el gran salón, precedido
por dos provocativas mujeres, sus guardianas, que lo anunciaron como el presente
de Caroline Everest, su novia. Doscientas mujeres, a cual más hermosa, callaron
en ese momento, fijando sus ojos en él. Se sintió más desnudo y avergonzado que
nunca antes en su vida, como si aquellos doscientos pares de ojos lo estuvieran
devorando. Bajó la cabeza, intimidado, mirando el aspecto que tenía. Cómo no lo
iban a mirar así. Un tío musculoso, depilado, bronceado y oliendo a Acqua di
Gio, vestido únicamente con un corto kilt de discretos cuadros pardos sobre
blanco, que deliberadamente podía abrirse por delante con un simple movimiento
o reacción inconsciente, en mitad de una manada de mujeres que presumiblemente
ya estarían fantaseando con él. Sintió que alguien se le acercaba, y al
levantar los ojos se encontró a Caroline delante de él.
-Sonríe,
estúpido –le susurró entre dientes, dejándole perplejo–, me vas a hacer quedar
fatal delante de mis compañeras. Y te aseguro que si eso pasa, te vas a
arrepentir.
-Pero,
Caroline, ¿qué está pasando? –se atrevió a levantar su mano y agarrarla del
brazo, y sin esperarlo la segunda bofetada del día se estrelló sobre su cara.
-¡Que
sonrías! Ahora no eres más que una propiedad, y has de hacer lo que se te diga.
Menea tu lindo culo hacia las bebidas y sírvenos. Queremos verte.
Roberto
obedeció, y siguiendo la dirección que una de sus guardianas le indicó, se
acercó a una barra situada al fondo, llena de bebidas listas para servir. Cogió
una de las bandejas y se mezcló con las mujeres que a su paso dejaban de
hablar. En todas las reuniones del Club, fuera de la índole que fuera, el tema
principal era siempre el mismo: “Estoy
ahora mismo con una historia de dos enamorados que…”, “pues yo he empezado una
de vampiros donde…”, “a mí se me está ocurriendo un relato corto de dos amantes
pillados en…”. Las socias de tan selecto Club, allí presentes todas, siempre
tenían alguna idea en la cabeza sobre lo próximo que iban a escribir, y esas
reuniones eran el sitio perfecto para comentarlas, sacar más ideas, y hasta
colaboraciones entre ellas.
Aquella
noche era la presentación de una nueva socia, la escritora amateur Caroline
Everest, pero la verdadera estrella de la noche fue el presente que hizo al
Club como presentación, su joven y musculoso novio, Roberto, que levantó
pasiones entre todas las socias. Las más recatadas simplemente se quedaban
mirándolo con ojos golosos. Y alguna de las más atrevidas le metió la mano
debajo del kilt, sobándole el trasero. Roberto se sintió asqueado,
comprendiendo así a las chicas, sobre todo las camareras, que a diario son
tratadas así por borrachos y frescos en los pubs de moda. La noche se le hizo
muy larga, y cuando ya dejó de acaparar todas las miradas, vio a más hombres
entrar en el salón, con la misma indumentaria que él. Y la misma marca en el
pecho, una C y una E. Se acercó a la barra donde uno de esos hombres, que ya
peinaba canas, le tendió la mano.
-Tú
eres Roberto, ¿verdad? – Roberto asintió–. Yo soy Lorenzo.
-¿Lorenzo?...
¿El multimillonario?
-El
mismo.
-¿Qué
haces aquí? ¿Qué sitio es este?
-Una
de estas arpías me sedujo, y aquí me tienen en esta cárcel de oro que mantienen
con mi fortuna a su merced. Irónico, ¿verdad? Lo que yo hacía en mi juventud
con las mujeres que me gustaban, ellas lo están haciendo a lo grande. No te
preocupes, aquí no se está tan mal, pero te van a usar y a exprimir hasta que
se harten de ti o entre una nueva socia, con un nuevo “regalo”.
-Pero,
¿qué clase de mujeres son todas estas locas?
-Son
escritoras. Este es tu nuevo hogar, la sede del Club de las Escritoras, una
sociedad secreta que maneja los hilos de nuestro mundo en las sombras. Obedece
todo lo que te manden y estarás bien, porque de aquí no se sale con vida. Esas
dos letras que llevas sobre el pecho dicen de ti que eres una de sus
propiedades, y allá donde vayas todo el mundo lo sabrá. Complácelas y vivirás
bien. Enójalas y esto será un infierno para ti. Olvídate de tu chica, ya no le
perteneces a ella sola, ahora perteneces a doscientas.
Roberto
se giró tratando de digerir todo lo que acababa de oir, y a sus espaldas vio a
todas las escritoras pendientes de él. Una de ellas dio unos pasos hacia él y
le tendió la mano. Ve con ella sin
dudarlo, oyó que le decía Lorenzo. Agarró con firmeza la mano de la mujer,
y la siguió escaleras arriba.
7 comentarios:
Hola preciosa!, que casualidad!, yo también acabo de publicarlo en el club!, jajaja
En fin, que muchas gracias x participar y por haber creado tan semejante obra maestra, gracias!
Ah!, otra cosa, decirte que para participar en los retos no hace falta ser socia del club >.<
Bueno guapa, un beso y hasta otra!, muak!
Gracias Dulce por tus palabras, y ya he arreglado ese pequeño detalle que yo desconocía, pues creía que había que pertenecer al Club para hacer los retos. De todas formas si no pertenecen al mismo, mira lo que se están perdiendo, jejeje!!!...
Besos!!
Hola de nuevo!, decirte que para las antologías y cosas así (como por ejemplo la historia que fue creada entre varias socia, Hilo rojo del destino, sí hay que ser socia).
Bueno, a lo que venía... Pues estoy aquí pa decirte que hay kedada en Murcia el día 1 de Julio, te apuntas?
http://elclubdelasescritoras.blogspot.com.es/2012/06/quedada-en-murcia.html
Decirte que seguramente vendrá una socia que vive en Lorca, ella es Elena Castillo, del blog, Tintes y Acordes, jejeej
Bueno, ya me dirás... un bs y hasta otra!, muak!
PD: Ojalá puedas venir! >.<
Me gusto es muy original
Buenos días!
Por fin te honro con mi presencia ;) mala soy! Pues nada, ya te lo dije, que esta estupendo, que me hiciste reír, y más jugando con la idea de que fuese verdad, ¿te imaginas? Mmmm, que guay!!
Ya levantada, ves. No hay sueño, no hay na, Lu.
Un beso
Hola!!! Me ha encantado tu blog...^^
Me gustaría que nos siguiéramos y nos afiliáramos...^^ Avísame...^^
http://brujas-cuentosdebrujas.blogspot.com
Espero tu visita...^^
Ciao...^^
Hola, que bonita historia !!! felicidades !! besoss
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