EPÍLOGO:
Dedicado con mucho cariño a todas aquellas personas que han seguido desde aquí, mi casita, esta historia, en especial a Aras, que siempre ha tenido una palabra de aliento para mi humilde persona.
¡Muchas gracias guapa!
EDWARD
-Edward,
¿no hueles ese delicioso olor?
-No
Bella. Sabes que eso no está bien.
-Pero
es que, es irresistible.
-Cari,
creía que esto lo tenías ya superado.
-Sí.
Pero,… ¿realmente no te atrae este olor a sangre? Nos podríamos dar un festín,
y hacer este día aún más especial.
-¡Bella!
¿No pretenderás morderle al padre Wilcox, delante del altar donde nos está
casando?
-Para
ser sacerdote su efluvio huele realmente bien. Y mis invitados,…
-Hoy este hombre y esta mujer están delante de Dios y de
esta asamblea para confesar el amor mutuo y el deseo que les ha traído a esta
ocasión. Han venido aquí libremente buscando la bendición de Dios, la de sus
hermanos en la fe y de la sociedad para que ellos puedan unirse legalmente y felizmente
como esposo y esposa.
Aquellas
declaraciones de Bella mientras el padre Wilcox leía los votos de nuestra unión
ante Dios, un Dios que tal vez no perdonaría nuestra naturaleza, pero al que
nosotros aún teníamos algún tipo de fe; me alarmaron hasta tal punto que
rápidamente con la mirada busqué la ayuda de Emmet y los demás mientras yo
iniciaba una maniobra de placaje contra ella. Pero al observar las caras
divertidas y risas por lo bajo de todos ellos; comprendí que Bella tan solo se
estaba riendo de mí.