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6/1/23

El camello cojito (Gloria Fuertes)

El camello se pinchó

con un cardo en el camino

y el mecánico Melchor

le dio vino.


Baltasar fue a repostar

más allá del quinto pino

e intranquilo el gran Melchor

consultaba su “Longinos”.



¡No llegamos,

no llegamos

y el santo parto ha venido!

Son las doce y tres minutos

y tres reyes se han perdido.


El camello cojeando

más muerto que vivo

va espeluchando su felpa

entre los tronco de olivos.


Acercándose a Gaspar,

Melchor le dijo al oído:

Vaya mierda de camello

que en Oriente te han vendido.


A la entrada de Belén

al camello le dio hipo.

¡Ay, qué tristeza tan grande

en su belfo y en su tipo!


Se iba cayendo la mirra

a lo largo del camino,

Baltasar lleva los cofres,

Melchor empuja al bicho.


Y a las tantas ya del alba,

ya cantaban pajarillos,

los tres reyes se quedaron

boquiabiertos e indecisos,

oyendo hablar como a un hombre

a un Niño recién nacido.


No quiero oro ni incienso

ni esos tesoros tan fríos,

quiero al camello. ¡Le quiero!

¡Le quiero!– repitió el niño.


A pie vuelven los tres reyes

cabizbajos y afligidos,

mientras el camello echado

le hace cosquillas al Niño.

12/9/11

Las cosicas de mi padre

Pocos por aquí saben que mi padre es poeta.
Con su peculiar y personal forma de rimar se ha ganado el respeto de muchos, pues se sacó el graduado escolar a los cincuenta y muchos años y desde entonces no ha parado de escribir y rimar.
Tiene en su haber dos libros de rimas autopublicados. Y le pasa como a todos los que cojemos un día un boli y nos ponemos a escribir las hisotrias y todo los que nos pasa por la cabeza. Él nunca ha dejado de escribir, de hecho tiene material escrito como para publicar otros dos libros más.

Os quiero acercar una simple muestra de lo que hace mi padre, y así vais viendo también el tipo de persona que es. Os sorprenderá.
Esta notita se la dejó a mi madre junto a sus tenis viejos el otro día:

Elegía a unos tenis

Aquí m'encuentro aparcada
pues se me acabó la vida,
ya con mi suela gastada
mi misión queda cumplida.

Mi misión ya fue cumplida
la que un día me fue encargada,
toda una larga vida
como una bestia cargada.

Este par de compañeras,
alpargatas bien gastadas,
el contenedor nos espera
para ser incineradas.

16/7/11

LUBRICA NOX*

Miré, airado, tus ojos, cual mira agua un sediento,
mordí tus labios como muerde un reptil la flor;
posé mi boca inquieta, cmo un pájaro hambriento,
en tus desnudas formas ya trémulas de amor.

Cruel fue mi caricia como un remordimiento;
y un placer amargo, con mezcla de dolor,
se deshacía en ansias de muerte y de tormento,
de frenesí morboso de angustia y de furor.

Faunesa, tus espasmos fueron una agonía.
¡Qué hermosa estabas ebria de deseo, y qué mía
fue tu carne de mármol luminoso y sensual!

Después, sobre mi pecho, tranquila te dormiste
como una dulce niña, graciosamente triste
que sueña ¡sobre el tibio regazo maternal!

-Luis G. Urbina-

(*Noche de lujuria)

27/3/11

Rima LXVI

¿De dónde vengo?... El más horrible y áspero
de los senderos busca;
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura;
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.

¿Adónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas;
en donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.

-Gustavo Adolfo Bécquer-


Desde niña he adorado las rimas de Bécquer. Aquí os dejo una de mis predilectas.

Aún recuerdo a mi hermana leyendo, a la luz de una vela, la leyenda de "El monte de las ánimas", mi favorita. Bécquer tiene un don especial para crear ambientes, através de sus descripciones, idóneos para esas leyendas de miedo que tanto me gustan. "Maese Pérez el organista" es otra de esas leyendas de Bécquer que no deja indiferente a nadie. Tal vez un día de estos me anime a subiros alguna.

1/8/10

LOS TRISTES

De Rosalía de Castro:



I
De la torpe ignorancia que confunde
lo mezquino y lo inmenso,
de la dura injusticia del más alto,
de la saña mortal de los pequeños,
no es posible que huyáis cuando os conocen
y os buscan, como busca el zorro hambriento
a la indefensa tórtola en los campos;
y al querer esconderos
de sus cobardes iras, ya en el monte,
en la ciudad o en el retiro estrecho,
"¡Ahí va! -exclaman- ¡ahí va!", y allí os insultan
y señalan con íntimo contento,
cual la mano implacable y vengativa
señala al triste y fugitivo reo.

II
Cayó por fin en la espumosa y turbia
recia corriente, y descendió al abismo
para no subir más a la serena
y tersa superficie. En lo más íntimo
del noble corazón, ya lastimado,
resonó el golpe doloroso y frío
que, ahogando la esperanza,
hace abatir los ánimos altivos;
y plegando las alas, torvo y mudo,
en densa niebla se envolvió su espíritu.

III
Vosotros, que lograsteis vuestros sueños,
¿qué entendéis de sus ansias malogradas?
Vosotros, que gozasteis y sufristeis,
¿qué comprendeis de sus eternas lágrimas?

Y vosotros, en fin, cuyos recuerdos
son como niebla que disipa el alba,
¡qué sabéis del que lleva de los suyos
la eterna pesadumbre sobre el alma!

IV
Cuando en la planta con afán cuidada
la fresca yema de un capullo asoma,
lentamente arrastrándose sobe el césped,
la asalta el caracol y la devora.

Cuando de un alma atea
en la profunda oscuridad medrosa
brilla un rayo de fe, viene la duda
y sobre él tiende su gigante sombra.

V
En cada fresco brote, en cada rosa erguida,
cien gotas de rocio brillan al sol que nace;
mas él ve que son lágrimas que derraman los tristes
al fecundar la tierra con su preciosa sangre.

Henchido está el ambiente de agradables aromas,
las aguas y los vientos acadenciosos murmuran;
mas él siente que rugen con sordo clamoreo
de sofocados gritos y de amenazas mudas.

¡No hay duda! De cien astros nuevos, la luz radiante
hasta las más recónditas profundidades llega;
mas sus hermosos rayos
jamás en torno suyo rompen la bruma espesa.

De la esperanza ¿en dóde crece la flor ansiada?
para él en dondequiera al retoñar se agosta,
ya bajo las escarchas del eogísmo estéril,
o ya del desengaño a la menguada sombra.

¡Y en vano el mar extenso y las vegas fecundas,
los pájaros, las flores y los frutos que siembra!;
para el desheredado, solo hay bajo los cielos
esa quietud sombría que infunde la tristeza.

VI
Cada vez huye más de los vivos,
cada vez habla más con los muertos;
y es que cuando nos rinde el cansancio,
propicio a la paz y al sueño,
el cuerpo tiende al reposo,
el alma tiende a lo eterno.

VII
Así comop el lobo desciende a poblado,
si acaso en la sierra se ve perseguido,
huyendo del hombre que acosa a los tristes,
buscó entre las fieras el triste un asilo.

El sol calentaba su lóbrega cueva,
piadosa velaba su sueño la luna,
el árbol salvaje le daba sus frutos,
la fuente sus aguas de grata frescura.

Bien pronto los rayos del sol se nublaron,
la luna entre brumas veló su semblante;
secóse la fuente y el árbol nególe,
al par que su sombra, sus frutos salvajes.

Dejando la sierra buscó en la llanura
de otro árbol el fruto, la luz de otro cielo;
y a un río profundo de nombre ignorado,
pidióle aguas puras su labio sediento.

¡Ya en vano!, sin tregua siguióle la noche,
la sed que atormenta y el hambre que mata,
¡ya en vano!: que ni árbol, ni cielo, ni río
le dieron su fruto, su luz ni sus aguas.

Y en tanto el olvido, la duda y la muerte
agrandan las sombras que en torno le cercan,
allá en lontananza la luz de la vida
hiriendo sus ojos, feliz centellea.

Dichosos mortales a quien la fortuna
fue siempre propicia... ¡Silencio!, ¡Silencio!
si veis tantos seres que corren buscando
las negras corrientes del hondo Leteo.