2/12/23

"Recuerdos de mi infancia", Mi colaboración con el libro de las fiestas de Mazarrón este año.

 Por tercer año consecutivo mando mi granito de arena para el libro de las fiestas de mi pueblo, Mazarrón.

Con un gran agradecimiento al Ayuntamiento, y orgullo os lo dejo aquí.

Y cómo no, os recomiendo visitar mi pueblo si no lo conocéis. En la Costa Cálida murciana os espera un rincón encantador con playas de todo tipo (nudistas, caninas, familiares, deportivas, vírgenes,...) Una gastronomía mediterránea que enamora a todo sibarita que se precie. Rincones de postales (playa, montaña, mina, agricultura, senderismo,...) Tierras añejas con gentes encantadoras. Nos faltaría la nieve para ser perfectos,... ejem...



Recuerdos de mi infancia:

El Mazarrón de mi infancia transcurrió en la década de los´80, cuando su época dorada minera no era más que un montón de monstruosas construcciones abandonadas a la salida del pueblo, donde nos gustaba ir a investigar aquel glorioso pasado.

Entonces estaba en todo lo suyo el tomate, la falta de mano de obra atrajo montones de andaluces con curiosos acentos y ganas de trabajar. En la Calle Italia vivían algunas familias de ellos. Los almacenes del tomate estaban en pleno centro del pueblo y los invernaderos de Coexto a continuación del campo de fútbol, con la radio local enfrente.

La larga acera con sus altos eucaliptos que llegaba hasta el almacén nuevo del Paloma y los maceteros de mi colegio con sus San Pedros. La eterna rivalidad entre los dos únicos colegios, y los montones de tierra donde quedábamos al salir a las cinco de la tarde, y no precisamente a comer pipas de La Colorina o chupar los palos de regaliz del tío Rufino. Los cuernos de merengue de las Cuatro Esquinas, y un poco más abajo los rollicos de anís de la panadería.

Recuerdo a las tres y media de la tarde, en pleno verano, el «cartagenero» cargado de gente hacia la playa. Entonces paraba sin problemas de tráfico en la puerta del Hotel Ramón. La mayoría nos íbamos a la playa del Paseo de las tortugas.

Las noches del cine de verano Chaplin, y jugar al balón prisionero o la rayuela en la calle de la Vía sin preocuparnos del tráfico. La piscina municipal siempre llena, y aquel campeonato de futbito 24h en el mismo polideportivo.

El Domingo de monas el Cabezo del Santo lleno de gente comiéndose la mona a la sombra de los pinos, y el túnel que tanto nos asustaba de críos, al crecer perdía su encanto. A las faldas del cabezo la feria y la carpa de las fiestas patronales cuando la quitaron de al lado de nuestro llorado mercado de abastos. Y el tiovivo, ese icono de tantos niños, enfrente de la iglesia de nuestra patrona.

Recuerdo ver desde mi casa en la calle de la Vía, el mar desde la ventana de la cocina, y los escalones de piedra de la Calle Ancha cuando me llevaba mi hermana mayor a parvulitos en el entonces asilo de las monjitas.

Salir a pasear por las afueras hasta el cementerio viejo, era toda una aventura llegar a la vieja capilla que quedaba en pie saltando entre las fosas que quedaron abiertas cuando lo trasladaron todo al nuevo cementerio.

Ir de la mano de mi abuelo cuando venía a pasar unos días con nosotros, al Jardín de la Purísima, y mientras me dejaba jugando en los columpios, él se iba a echarse una partida de dominó o cartas con el resto de abuelos en el quiosco de Pedrito, con el refugio antiaéreo de la Guerra Civil debajo.

Recuerdo muchas más cosas, pero ya las dejo tal vez para el año que viene...


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